Elecciones en España: el rol clave de Vox para devolver a la extrema derecha al gobierno tras 48 años

La multitud está llena de banderas españolas y ojotas en el paseo marítimo de Málaga, donde el calor disuade cualquier movimiento súbito, hasta que se detiene una minivan negra.

La gente vuelve a la vida y se apura a rodear el vehículo en el que viaja Santiago Abascal, el líder de la extrema derecha española. Cuando el líder de Vox sale para dar otro acto, estallan en cantitos de "¡Es-pan-ña!".

En las elecciones generales del domingo, es probable que sus votos lleven a Abascal al borde de un gobierno de coalición. Un acuerdo así devolvería a la extrema derecha al gobierno central por primera vez desde que la democracia volvió a España tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975.

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Esta perspectiva suscita un profundo malestar en España y en el extranjero. Vox quiere derogar una ley que consolida los derechos LGBT+; rechaza la preocupación por el aumento de las temperaturas por considerarla "fanatismo climático"; y ha utilizado términos como "invasión musulmana" en sus campañas contra la inmigración.

Pero los simpatizantes de Vox asistentes al acto aseguran que el partido está siendo demonizado injustamente. "Abascal es el único político que habla por nosotros. Los demás no son creíbles, ninguno de ellos", afirma Paco Rico, de 56 años, que tiene un negocio de venta de carne con su mujer y va envuelto en lo que señala que Vox representa para él: "La bandera de mi país".

Los varios centenares de simpatizantes, muchos de ellos ataviados con los colores verdes del partido, coinciden con el perfil de la base de Vox: un gran número tiene menos de 30 años, no hay jubilados y aproximadamente un tercio son mujeres. El apoyo de Vox procede de todas las clases sociales, aunque es más fuerte entre las personas que se autodenominan de clase 'alta' o 'baja', según el CIS, un instituto público de investigación.

Los asistentes al acto a los pies del faro de Málaga manifiestan su preocupación por los inmigrantes ilegales, aunque España recibe menos que Italia. También expresan su inquietud por la amenaza que suponen para la unidad de España los separatistas catalanes y vascos y por la mediocre situación de la economía, con una inflación inferior a la de muchos de sus vecinos, pero que ha dejado en paro a casi tres de cada diez jóvenes.

Si la mayoría de las encuestas aciertan, España expulsará a los socialistas del gobierno el 23 de julio y el Partido Popular (PP), la formación conservadora liderada por Alberto Núñez Feijóo, se convertirá en la mayor fuerza parlamentaria. Pero para asegurarse el apoyo mayoritario que le permita tomar posesión del cargo es probable que necesite los votos de Vox, y el precio de Abascal será compartir el poder.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, insiste en que su batalla por la reelección no ha terminado, después de que los sondeos mostraran que la distancia se está estrechando, aunque él sigue estando varios puntos por detrás. La semana pasada declaró: "En estas elecciones no nos estamos jugando la alternancia. Nos estamos jugando si España va a seguir avanzando o si vamos a entrar en un túnel que nos lleve a no sabemos dónde".

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Otros líderes europeos están "sorprendidos y consternados" por los pactos que el PP y Vox han sellado ya en gobiernos municipales y autonómicos desde las elecciones locales de mayo, ha dicho Sánchez.

Algunos de esos gobiernos municipales han cerrado bicisendas, han prohibido ondear banderas LGTB+ en edificios públicos y han sido acusados de cancelar películas y producciones teatrales que incluían besos entre personas del mismo sexo y fluidez de género.

"Es un milagro que estéis aquí", exclama Abascal a la multitud. "Es un milagro teniendo en cuenta lo que se dice de nosotros (...) Teniendo en cuenta cómo nos insultan. Cómo retuercen todo lo que sentís. Todo aquello que para nosotros es importante, convertido en un pensamiento criminal, en un crimen de odio".

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El programa electoral de Vox incluye promesas de imponer un bloqueo naval contra los botes de inmigrantes, suprimir el Ministerio de Igualdad y derogar una ley que mejora el acceso al aborto, aunque tendría que negociar las políticas con el PP como socio menor en una coalición.

Remontándonos a la época franquista, los votantes de Vox son tildados de 'fascistas' en el argot español por algunos sectores de la izquierda. Pero Elena López, la mujer de Rico, tacha esas opiniones sobre Vox de tontería. "Es un partido más de derechas, sí, pero no es ultraderecha, no es fascismo".

El gran cambio desde las elecciones de 2019, afirma, es que la gente ha pasado de ser reacia a admitir que vota a Vox a sentirse orgullosa de ello. Lo mismo ocurre con portar la bandera española, que a algunos en la izquierda no les gusta por considerarla un símbolo del nacionalismo de derechas. "Ya no hay complejos", asegura.

Vox fue fundado en 2013 por miembros del PP que se escindieron disgustados por la corrupción y la percepción de que el partido era demasiado blando con los separatistas. El partido del 'España primero' subió en las encuestas por la indignación ante el intento catalán de separarse, que culminó en un referéndum inconstitucional en 2017. Vox sigue queriendo prohibir los partidos políticos independentistas y revertir la descentralización del poder a las regiones españolas.

Pero el enfriamiento del conflicto catalán, uno de los logros de Sánchez, explica en parte que se prevea un descenso del porcentaje de votos de Vox con respecto a 2019. Eso no impediría, no obstante, que se convierta en decisivo.

Feijóo está intentando por todos los medios que eso no ocurra. En la última semana de campaña quiere convencer a los conservadores de que voten estratégicamente para darle la mayoría absoluta y evitar un escenario en el que Vox plantee exigencias de coalición inaceptables que abran la puerta a la vuelta de Sánchez o a repetir las elecciones.

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"Vox provocaría tensiones innecesarias. Su ideología me produce una gran inquietud", declaró Feijóo al diario El Español.

Los asistentes al acto, sin embargo, se muestran entusiasmados con la promesa de Vox de derogar una ley transgénero que permite a cualquier persona mayor de 16 años cambiar su género registrado legalmente. También rechazan las preocupaciones de que al partido no le preocupe la violencia contra las mujeres porque quiere rebautizarla como "violencia intrafamiliar".

"Al final un asesinato es un asesinato", sostiene Lucía Carrillo, que forma parte de la franja de 18 a 24 años, la más numerosa en la base de Vox. "No es violencia de género. Es sólo un nombre".

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Acusando a los críticos de faltar al respeto a las mujeres votantes de Vox, Abascal se dirige sarcásticamente a las asistentes al acto: "¿O sois prácticamente esclavas que venís aquí obligadas por alguien?".

Nadie en Málaga expresa su entusiasmo por dos posiciones de Vox alejadas del mainstream: su escepticismo sobre el cambio climático en un país asolado por temperaturas récord; y su hostilidad hacia los burócratas de Bruselas en un país que asocia la pertenencia a la Unión Europea con el progreso.

Pero el tono estridente y el nacionalismo contundente de Abascal resuenan. "De todos los candidatos a presidente del Gobierno, es el que habla con más claridad y firmeza", asegura Pablo Cano, un estudiante de 20 años. "Los españoles tienen que ser los primeros, luego el resto".