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Elecciones generales 2023: mucha incertidumbre y un final abierto entre PSOE, Podemos, PP y Vox

Los acuerdos entre el Partido Popular y Vox pueden volcar el resultado de las elecciones.

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Este mes de julio más que caluroso está siendo muy caliente. Es verdad que el cambio climático convirtió cada salida a la calle en un acto de enorme heroísmo. Sin embargo, las temperaturas extremas nada tienen que ver con el calentamiento global, sino con el calentamiento político. 

Porque elección tras elección las peleas entre los contrincantes políticos - que incluye a periodistas que responden a uno u otro bando- se hacen más virulentas. Incluso, y este dato sí que es inédito, los candidatos además de recibir munición gruesa desde la vereda de enfrente, ahora también deben protegerse del fuego amigo en plena campaña electoral. Veamos.

Una pulseada entre Sumar y Unidas Podemos

Días atrás, el foco de atención estaba puesto en la lucha por conservar un digno espacio de poder por parte de Unidas Podemos las listas de Sumar, confluencia de partidos de izquierda liderada por la todavía vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo Yolanda Díaz. La pulseada concluyó cuando la agrupación de Díaz le quebró la muñeca al movimiento creado por Pablo Iglesias

A Irene Montero, también como a Díaz, ministra del actual gobierno de coalición, el golpe de la mano sobre la mesa la mandó a su casa. Las consecuencias electorales del derribo de la cabeza de la ministra de Igualdad son imprevisibles. El recuento de votos en la noche del domingo del 23 J dará la respuesta.

Yolanda Díaz creó Sumar y logró ganarle la pulseada a Unidas Podemos de Irene Montero y Pablo Iglesias. (Imagen: archivo)

Mientras los puñales iban y venían entre los partidos que se ubican a la izquierda de PSOE, Alberto Núñez Feijóo, presidente del Partido Popular, y por el momento el favorito de ganar las elecciones, paseaba su candidatura por toda España, ajeno a las públicas disputas por un lugar en las listas de las políticas progresistas. Hasta ahora.

Los dolores de cabeza le llegaron a Feijóo con las negociaciones que populares y el partido de extrema derecha Vox están llevando a cabo en ayuntamientos y comunidades autónomas. Al tratarse de un sistema parlamentario, para gobernar no alcanza con ser la lista más votada sino contar con mayoría parlamentaria. 

Así, cuando las urnas no dan a un partido mayoría absoluta, éste está obligado a negociar apoyos para la investidura con otras fuerzas políticas, generalmente afines ideológicamente.

Puestos manos a la obra, el Partido Popular cerró acuerdos con el partido de Santiago Abascal en la Comunidad Valenciana, Castilla y León, Murcia, Baleares... hasta que llegó Extremadura, donde la líder popular María Guardiola en un primer momento se negó a negociar la entrada de Vox a su futuro gobierno. Y lo hizo en términos muy duros: denunciando la xenofobia y machismo del partido, sólo por citar algunas lindezas. 

Pero cuando todo parecía que volaba por los aires, Guardiola dio marcha atrás, y sin ruborizarse por sus dichos, le tendió su suave mano a Abascal. Lo cierto es que este momento fallido de la extremeña dejó en evidencia el carácter retrógrado de Vox. También dejó en evidencia la necesidad de Núñez Feijóo de abrirle las puertas de los gobiernos locales a la extrema derecha, para alcanzar el principal despacho de la Moncloa. Paso que el gallego intentó retrasar lo máximo posible, hasta que la realidad marcada por el calendario chocó con su deseo.

Santiago Abascal negocia su apoyo a un futuro gobierno del PP en España. (Imagen: archivo)

Si bien es verdad que a nadie sorprende el matrimonio no deseado del PP con la formación de Santiago Abascal, sí, en cambio sorprendió el muy alto precio que Vox está poniendo por su apoyo a los populares. La ultraderecha busca, y aparentemente lo está consiguiendo, imponer su agenda que implica retrocesos en derechos y avances sociales, como en las leyes de divorcio, eutanasia y aborto. Exigencias que se suman a la dura postura con la inmigración y con el colectivo LGTBI, entre otras cuestiones de gran sensibilidad social.

Así las cosas, la pregunta que surge frente a este escenario es hasta qué punto puede afectar electoralmente al Partido Popular. Entre los votantes de derecha tradicionales muy poco. En este punto conviene hacer una diferenciación: instalar el "Antisanchismo" fue uno de los grandes aciertos de los estrategas del Partido Popular

Por otra parte, es importante recordar que Vox es un desprendimiento del PP. La ex presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, fiel a su estilo directo y sin filtros, buscó frenar las dudas sobre la conveniencia de cerrar acuerdos con Vox. La otrora lidereza afirmó que los seguidores de Vox son los mismos que antes votaban al PP: "Son de los nuestros", sentenció.

Sobre este escenario, a Feijóo el problema se le plantea fuera de sus votantes cautivos. Las encuestas venían reflejando un trasvase de votos del Partido Socialista al Popular de aproximadamente un millón de papeletas. Y a estos votantes, en su mayoría desencantados con las alianzas que tejió Pedro Sánchez para llegar a la Moncloa y aprobar leyes de envergadura, sí les asusta un Ejecutivo nacional con la agenda de Vox. Para colmo, no sólo los puede perder, sino que este temor podría provocar una movilización del electorado de izquierda que, hoy por hoy, da la impresión de estar bastante desmovilizado.

Es cierto que en política todas las opciones están abiertas. Por lo que no hay descartar que el alto precio que Vox está pidiendo por su apoyo a la formación de gobiernos populares, termine impulsando una oleada de voto útil para Feijóo y, en la noche del 23 J, nos encontremos con una mayoría absoluta de los populares. ¿Y si la probable movilización de la izquierda se produce y los votantes salen en tromba a cerrarle la puerta a un gobierno con Vox como socio? En ese caso, Sánchez podría salvar unas elecciones harto complicadas.

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