¿Adiós pescado? Un estudio reveló una escalofriante verdad sobre el consumo de este alimento
El pescado es uno de los cimientos de la dieta mediterránea. Sin embargo, una investigación reciente reveló por qué su consumo podría ser peligroso.
La crisis que ha generado el vertido de pellets frente a la costa de Portugal y Galicia devolvió estos días el foco informativo a uno de los principales problemas ambientales, el plástico que inunda los océanos. Los peces se lo comen, pero ¿llega al consumidor?
Recientes estudios científicos demuestran que sí, que con el pescado podemos ingerir partículas de plástico y contaminantes que esos materiales llevan de fábrica y también otros que han adquirido durante su deriva en el mar.
Estudios confirman que el plástico de los océanos se acumula en el hígado de los peces
En las revistas científicas hay decenas de artículos que explican cómo los pellets -y el resto de microplásticos y fibras sintéticas presentes en el mar- entran en la cadena trófica, porque varios organismos marinos los ingieren, ya sea por accidente o porque los confunden con el zooplancton del que suelen alimentarse.
En la conocida secuencia "del pez grande se come al chico", esos fragmentos van escalando en la cadena trófica en los océanos, pero ¿llegan a nuestra mesa? ¿los ingerimos, o se quedan confinados en el aparato digestivo del pescado, que normalmente no se consume?
En ese trasiego, los plásticos no solo se fragmentan cada vez en trozos más pequeños -y por ello más peligrosos-, sino que además se van cargando de los contaminantes orgánicos persistentes existentes en todos océanos, que literalmente se les pegan y pueden resultar tóxicos a partir de determinados niveles de ingesta y concentración.
El Instituto de Investigación en Acuicultura Sostenible y Ecosistemas Marinos (Ecoaqua) de la Universidad española de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) trabaja hace años en el proyecto "Microtrofic", que le ha convertido en una de las referencias científicas en materia de microplásticos marinos, sus contaminantes y sus potenciales efectos para la fauna y, al final de la cadena, para el hombre.
Y ello porque el archipiélago español de las Canarias recibe cada año en sus playas toneladas de microplásticos procedentes de todo el mundo, que flotan durante décadas arrastrados por las corrientes y los grandes giros oceánicos hasta que tocan tierra.
En las partículas de ese tipo recogidas en las costas de Canarias -y también en los pellets, que por ejemplo representan un 40% de la basura plástica de la playa de Famara, en la isla canaria de Lanzarote-, Ecoaqua encontró 80 contaminantes diferentes, desde filtros ultravioletas de las cremas solares, hasta restos de pesticidas prohibidos desde hace años pero que siguen en el medioambiente, como el DDT, pasando retardantes de la llama (María Camacho y Alicia Herrera, en Science of The Total Environment, abril de 2019).
Estos últimos, los retardantes, muchos plásticos los llevan ya en su composición original, también los pellets, no hace falta que se les adhieran en el mar.
¿Pero es general o solo puntual que los peces de consumo común ingieran plásticos? Este grupo científico de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria publicó trabajos que dan idea de la extensión del problema: el 80% de las caballas salvajes que se capturan en las islas tienen plástico en el estómago (A. Herrera y A. Stindlova en Marine Pollution Bulletin, febrero de 2019) y lo mismo el 65% de las lubinas de acuicultura de granjas ubicadas en el mar (S. Reinold y A. Herrera, Marine Pollution Bulletin, julio de 2021).
Que esos fragmentos y fibras pueden pasar a los tejidos (la "carne" que come el consumidor) ya se sabía, pero uno de los trabajos más recientes de este equipo demostró por primera vez que sus contaminantes (los de fábrica y los absorbidos del mar) se acumulan en el hígado de los peces. Es decir, entraron en su metabolismo.
Fuente: EFE