Santa Escritura

Evangelio del día: esta es la lectura de la Biblia para el miércoles 10 de julio

Para empezar tu jornada con la dirección divina, descubre cuáles son los pasajes bíblicos para este miércoles.

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Con el fin de que los feligreses tengan acceso de manera sencilla a las enseñanzas sagradas, el Vaticano comparte diariamente en su página web oficial extractos de la Biblia acompañados de los pensamientos del líder máximo de la Iglesia Católica, el sumo pontífice, el papa Francisco.

El santo pontífice Jorge Mario Bergoglio realiza dicha lectura bíblica para que también sea compartida en las misas que se celebran durante todos los días de la semana.

Los versículos bíblicos para este miércoles 10 de julio

Aunque la Sagrada Escritura tenga una antigüedad considerable, el mensaje de Dios siempre ofrece apoyo y orientación para nuestro día a día. Por tanto, es fundamental recordar los siguientes pasajes de El libro bíblico es Oseas.:

Lectura de la profecía de Oseas

Os 10, 1-3. 7-8. 12

Israel era una viña frondosa que daba abundante fruto. Pero cuanto más se multiplicaban sus frutos, más se multiplicaban sus altares paganos; cuanto más rico era el país, más ricos fueron sus monumentos a los ídolos.

Su corazón está dividido y van a pagar sus culpas. El Señor derribará sus altares y demolerá sus monumentos. Pero ellos dicen: "No tenemos rey". Pero si no temen al Señor, ¿qué podrá hacer por ellos el rey?

Samaria y su becerro desaparecerán como espuma sobre el agua. Todos los santuarios de los ídolos serán destruidos y sobre sus altares crecerán espinas y cardos, porque la idolatría ha sido el pecado de Israel. Entonces gritarán a los montes: "¡Cúbrannos!", y a las colinas: "¡Sepúltennos!"

Siembren justicia y cosecharán misericordia; preparen sus tierras para la siembra, pues ya es tiempo de buscar al Señor, para que venga y llueva la salvación sobre ustedes.

El capítulo de la Biblia para el miércoles 10 de julio

Lectura del santo evangelio según san Mateo

Mt 10, 1-7

En aquel tiempo, llamando Jesús a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de todos, Simón, llamado Pedro y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos del Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo y Tadeo; Simón, el cananeo y Judas Iscariote, que fue el traidor. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: "No vayan a tierra de paganos, ni entren en ciudades de samaritanos. Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos".

Las palabras del papa Francisco para este 10 de julio

El pueblo de Israel, descrito por el profeta Oseas en la primera lectura, en ese momento era un pueblo extraviado, que había perdido de vista la Tierra prometida y deambulaba por el desierto de la iniquidad. La prosperidad y la riqueza abundante habían alejado del Señor el corazón de los israelitas y lo habían llenado de falsedad e injusticia.

Es un pecado del cual nosotros, cristianos de hoy, tampoco estamos exentos. La exhortación de Oseas nos llega hoy como una invitación renovada a la conversión, a volver nuestros ojos al Señor para ver su rostro. La búsqueda del rostro de Dios está motivada por el anhelo de un encuentro con el Señor, encuentro personal, un encuentro con su inmenso amor, con su poder que salva.

Los doce apóstoles, de quienes nos habla el Evangelio de hoy (cf. Mt 10,1-7), tuvieron la gracia de encontrarlo físicamente en Jesucristo, Hijo de Dios encarnado. Él los llamó por su nombre, uno a uno -lo hemos escuchado-, mirándolos a los ojos; y ellos contemplaron su rostro, escucharon su voz, vieron sus prodigios. El encuentro personal con el Señor, un tiempo de gracia y salvación, lleva a la misión. Jesús les exhortó: "Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos"

Encuentro y misión no se separan. Este encuentro personal con Jesucristo también es posible para nosotros, que somos los discípulos del tercer milenio. Cuando buscamos el rostro del Señor, podemos reconocerlo en el rostro de los pobres, de los enfermos, de los abandonados y de los extranjeros que Dios pone en nuestro camino.

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