Neuropsicología

La prueba científica de que Dios está en todas partes, incluso en el cerebro de los ateos

Un neurocientífico desafía el tabú académico y explora las bases neurológicas de la fe.

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La investigación sobre la religión y la espiritualidad en el campo de la neurociencia fue tradicionalmente un tema evitado por muchos científicos, temerosos de ser considerados poco rigurosos en su aproximación académica. 

Sin embargo, el neuropsicólogo Jordan Grafman, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Northwestern, está desafiando este paradigma. 

En un artículo titulado Los neurocientíficos no deberían temer estudiar religión, argumentó que la investigación en esta área no busca validar o desacreditar creencias específicas, sino comprender cómo estos fenómenos se manifiestan en el cerebro humano y qué efectos producen en las personas. 

Rompiendo tabúes: la neurociencia se adentra en el estudio de la religión y la espiritualidad. Fuente: Microsoft Bing.  

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La presencia de Dios en el cerebro

De acuerdo con Grafman, la idea de Dios existe en el cerebro de todas las personas, incluso en el de los ateos

El investigador explica que una vez que alguien estuvo expuesto a este concepto, se establece como una representación mental, independientemente de si la persona es creyente o no. 

Esta perspectiva sugiere que la capacidad para procesar y mantener conceptos es una característica inherente del cerebro humano, que trasciende las creencias personales.

El neuropsicólogo sostiene que el proceso de creer es parte del aprendizaje humano, influenciado por el entorno familiar y social desde el nacimiento. 

Las personas pueden adoptar creencias por diversas razones, ya sea por exposición temprana, por elección consciente o como resultado de experiencias emocionales significativas. Incluso el ateísmo constituye en sí mismo un sistema de creencias.

La investigación sugiere que el cerebro humano está naturalmente diseñado para buscar explicaciones.

Este fenómeno tiene raíces evolutivas, ya que históricamente ayudó a las sociedades a organizarse y proporcionó explicaciones para fenómenos naturales que de otro modo resultarían incomprensibles. 

Además, los sistemas de creencias demostraron ser fundamentales en la cohesión social y el desarrollo de las civilizaciones.

La función adaptativa de la religión fue crucial en la evolución humana. Grafman explica que las creencias compartidas sirvieron históricamente para unificar grupos, desde familias hasta naciones enteras, proporcionando ventajas competitivas en términos de organización social y supervivencia. 

 Dios en el cerebro: una representación mental universal, más allá de la creencia. Fuente: Shutterstock. 

El prejuicio académico contra la investigación religiosa

A pesar de la ubicuidad de la religión en la sociedad humana, para muchos existe un notable prejuicio en el sector académico contra su estudio científico. 

Grafman señaló que muchos investigadores evitan este campo por temor a la ridiculización o el escepticismo de sus colegas, lo que resultó en una escasez de investigación sobre religión dentro de la neurociencia social.

Este vacío en la investigación resulta particularmente problemático considerando la prevalencia global de la religión, evidenciada por el hecho de que hay más lugares de culto en el mundo que escuelas o ayuntamientos. 

El autor explicó que este prejuicio académico es injustificado y contraproducente, dado el papel fundamental que la religión continúa desempeñando en la sociedad moderna.

Así, enfatizó que el objetivo de su investigación no es validar o invalidar creencias religiosas, sino comprender cómo estas se manifiestan en el cerebro y afectan el comportamiento humano. 

Su trabajo se centra en los aspectos intelectuales y emocionales de la religión, buscando entender cómo las representaciones cerebrales de las creencias religiosas se relacionan con otros aspectos de la cognición y la conducta humana.

La integración entre ciencia y espiritualidad

El trabajo representa un importante paso hacia la integración del estudio científico de la religión y la espiritualidad. 

Su investigación demuestra que es posible examinar estos fenómenos desde una perspectiva neurocientífica sin comprometer la integridad académica ni desafiar las creencias personales de los individuos.

Esta aproximación más holística podría abrir nuevas vías de investigación sobre cómo las creencias religiosas influyen en el comportamiento humano, la toma de decisiones y el bienestar emocional. 

Grafman sugiere que comprender mejor estos aspectos podría tener importantes implicaciones para diversos campos, desde la psicología hasta la política.

Así, concluye que la integración entre ciencia y espiritualidad no solo es posible, sino necesaria para una comprensión más completa de la experiencia humana. 

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