Antes de que el destino nos alcance: cómo la biotecnología podría solucionar las crisis alimentarias en el mundo
La crisis alimentaria podría experimentar una transformación gracias a los avances científicos. Agustín López Munguía nos brinda una visión prometedora sobre el futuro de esta disciplina en México.
En 1973, el director Richard Fleischer compartió una visión inquietante sobre el futuro con su película de ciencia ficción, Cuando el destino nos alcance. Con una duración de 97 minutos, el largometraje presenta un retrato sombrío de una sociedad arruinada por las secuelas de la industrialización del siglo XX.
La trama nos sitúa en un mundo futuro donde el hacinamiento y el calentamiento global han provocado un desastre ecológico sin precedentes. En este contexto, millones de personas sobreviven en condiciones extremas, mientras una élite privilegiada disfruta de carnes y verduras, un lujo en este mundo ficticio.
El resto de la población subsiste únicamente con dos productos procesados por la empresa "Soylent": Soylent Rojo y Soylent Amarillo.
Este filme no solo presenta un escenario extremo, sino que también refleja preocupaciones que son profundamente pertinentes para nuestra realidad actual.
La película explora temas como la sobrepoblación, la escasez de recursos y el cambio climático, cuestiones que ya influyen en nuestra vida cotidiana. De hecho, en la realidad, el acceso a ciertos alimentos continúa siendo una limitación considerable para muchas personas.
A pesar de la escasez, la biotecnología se presentó como una solución prometedora.
¿La biotecnología podría solucionar la crisis mundial del hambre?
La biotecnología, como campo interdisciplinario, demostró ser una herramienta de gran potencial en la lucha contra el hambre.
Alterando células vivas, cultivos de tejidos y moléculas derivadas de organismos, se busca no solo modificar y mejorar productos, sino también desarrollar soluciones para problemas urgentes tanto en la medicina como en la agricultura.
Sin embargo, a pesar de sus promesas, su implementación enfrenta desafíos que nos obligan a cuestionar su rol en las crisis alimentarias globales.
Esta situación ha alcanzado proporciones catastróficas. En 2023, un número sin precedentes de 365 millones de personas en más de 79 países enfrentarán una inseguridad alimentaria aguda, el doble de lo registrado en 2020.
Este contexto plantea una pregunta crucial: ¿puede la biotecnología realmente ofrecer soluciones efectivas a una crisis de tal magnitud?
En la actualidad, los cultivos transgénicos representan uno de los avances más destacados en biotecnología. Estos cultivos se modifican genéticamente para introducir características, como la resistencia a herbicidas o una mayor durabilidad.
Un ejemplo notable es el arroz dorado, diseñado para contener betacarotenos y, por ende, proporcionar vitamina A, lo que puede ser crucial para combatir la deficiencia de nutrientes en regiones de escasos recursos.
A pesar de estos avances, la crisis de hambre global sigue siendo un problema grave. Las proyecciones del Programa Mundial de Alimentos (WFP) sugieren que 129,000 de personas en países como Burkina Faso, Malí, Somalia y Sudán del Sur se enfrentarán a condiciones de hambruna.
Este panorama refleja una desconexión entre el potencial de la tecnología y la realidad social, donde la promesa de la biotecnología no siempre se traduce en una solución efectiva. Y México no es una excepción.
Agustín López Munguía, ingeniero químico e investigador del Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México, identificó una barrera en este contexto: la falta de integración entre la ciencia y la industria.
"A pesar de contar con recursos humanos altamente capacitados y grupos de investigación sólidos, la desarticulación entre el sector científico y el sector productivo limita la aplicación efectiva de los avances biotecnológicos"
Este problema no es exclusivo de este país, pero su presencia resalta una falla crítica en la implementación de soluciones tecnológicas en contextos locales.
La película Cuando el Destino Nos Alcance (1973), basada en la novela de Harry Harrison, presenta un futuro en el que la escasez de alimentos ha llevado a una sociedad profundamente desigual.
Esta narrativa no solo ofrece un comentario sobre las posibles consecuencias éticas de las tecnologías avanzadas, sino que también refleja cómo la manipulación de recursos crear nuevas formas de opresión.
A pesar de la diferencia temporal y contextual, esta película sirve como un recordatorio crítico de que la tecnología por sí sola no resolverá las crisis sin una estructura social y económica que garantice su aplicación equitativa.
La biotecnología como un enemigo infundado
En la actualidad, la biotecnología enfrenta una percepción negativa, intensificada por la propagación de noticias falsas y temores infundados en las redes sociales.
Este escepticismo, que antes se mantenía en la ciencia ficción, se ha convertido en una tendencia.
Un claro ejemplo de este clima adverso es la reciente decisión del presidente Andrés Manuel López Obrador de vetar el maíz transgénico. Esta medida ha generado una crisis con Estados Unidos, principal socio comercial de México, que exige evidencia sólida para explique tal decisión.
Este entorno ha dado lugar a una política de restricciones que obstaculiza el progreso de la biotecnología moderna, desarticulando el marco regulatorio previamente establecido para la evaluación de riesgos, como lo estipula la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados (OGMs).
La Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados (OGMs) es una normativa destinada a regular las actividades relacionadas con la creación, manipulación y liberación de organismos que han sido alterados genéticamente.
Con el avance de la biotecnología y el creciente interés público, muchos países han reforzado sus regulaciones, implementando procesos de aprobación más rigurosos y exigiendo mayores estándares de seguridad.
Si bien la tecnología no es una solución mágica, pero puede contribuir significativamente a abordar desafíos globales.
Como señaló López Munguía en diálogo con El Cronista, "aunque la biotecnología no resolverá todos los problemas, es una herramienta valiosa en la solución de grandes problemas que afectan a la sociedad moderna."
De hecho, está abordando uno de los desafíos ambientales más complejos: el manejo del nitrógeno en nuestros ecosistemas.
Tradicionalmente, la fertilización química ha sido la principal fuente de nitrógeno para los cultivos, pero su uso excesivo ha provocado problemas como la eutrofización de cuerpos de agua y la contaminación del suelo.
Gracias a los avances en biotecnología, los científicos están desarrollando soluciones innovadoras, como microorganismos genéticamente modificados que pueden fijar el nitrógeno atmosférico directamente en las raíces de las plantas.
Esta capacidad, que se encuentra de forma natural en algunas leguminosas, está siendo transferida a otros cultivos mediante técnicas de edición genética.
¿Y si el destino nos alcanza?
El derecho de las comunidades a acceder a alimentos no está en debate. Sin embargo, la crisis global del hambre nos lleva a enfrentar dos aspectos cruciales: pensar en el impacto ambiental de la producción alimentaria y garantizar que estos cumplan con estándares nutricionales.
En este contexto, la soberanía alimentaria-según Agustín López Munguía en su comentario "Soberanía Condicionada" en Nuevos Diálogos-se define como la participación democrática en la toma de decisiones locales y nacionales en agricultura y alimentación.
No obstante, esta soberanía está cada vez más condicionada por la urgencia de ofrecer alimentos que no dañen nuestro planeta.
Nuestro modelo alimentario, que prioriza la comodidad y la inmediatez, implica una deuda con el medioambiente. La sociedad se enfrenta a un dilema: reconocer y asumir los costos de este modelo o adoptar un sistema más sostenible.
En este sentido, López Munguía agregó: "Una toma de conciencia por parte de la sociedad implica sacrificios reales y renuncias. La tecnología ha buscado hacernos la vida más cómoda, más sencilla y más rápida, ya sea en términos de movilidad, sabor de los alimentos o salud. Sin embargo, esta rapidez tiene un costo, y la sociedad debe entenderlo y aceptarlo para poder transitar hacia un modelo sustentable".
Sin una toma de conciencia y acción inmediata, los escenarios distópicos retratados en la ciencia ficción podrían convertirse en una realidad tangible.
La necesidad de un compromiso gubernamental
López Munguía subrayó que la colaboración entre el gobierno, la industria y la sociedad es crucial para avanzar en biotecnología. En un momento crítico, advierte que "quizás en unos años sea demasiado tarde" si no se actúa ahora.
A pesar de que algunos gobiernos y empresas intentan evitar daños económicos, "de igual forma lo van a tener si no solucionan las cosas ahora".
Con la llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia de México, el futuro de la biotecnología en el país podría experimentar un cambio radical.
La nueva administración podría crear un entorno más propicio para el avance de esta disciplina. Su enfoque prioritario en ciencia y tecnología sugiere una posible apertura para integrar la biotecnología en las políticas y estrategias nacionales.
Sin embargo, López Munguía advierte que no se debe esperar una transformación sin precedentes. En lugar de un impulso absoluto hacia esta área, su intención es más bien "poner la biotecnología en la mesa de discusión" como una herramienta para abordar problemas cruciales que enfrenta México.
Quizá así, con un diálogo abierto y una acción colectiva, el destino no nos alcance antes de que podamos enfrentar los desafíos que tenemos por delante.