El legado de Jorge Brito: crear consensos sobre el país del futuro para volver a crecer
Con la muerte del CEO del Banco Macro se apaga una voz clara y definida del empresariado nacional, que no dudó en involucrarse en la búsqueda de consensos en la política pero que los proclamaba como norma de vida
"Siempre puse muchas ganas en todo lo hago. Lo mío es todo garra y corazón… ¿el secreto? levantarse todos los días contento, sabiendo que una buena parte de que a uno le vaya bien es hacer lo que nos gusta. Así de sencillo. Lo demás, llega solo".
La definición, clara, sencilla y a la vez contundente pertenece a Jorge Horacio Brito. Parte de una catálogo de experiencias que Jorge, como le decían sus allegados, le brindó a El Cronista en setiembre pasado.
Durante esa extensa charla, transitó los andariveles esperados de cualquier reportaje con un banquero: la economía, el proyecto de país, la moneda, el dólar, la riqueza.
Pero fue también un momento para conocer más en profundidad la forma de pensar de uno de los protagonistas más importantes del empresariado nacional.
La muerte lo arrancó en Salta. Allí tenía su empresa personal. Inversora Juramento y Cabaña Juramento fueron su pasión los últimos 20 años. Sus ojos se iluminaban cuando describía uno de los proyectos agrícola ganaderos más importantes del país.
"Yo todo lo que le dije de pesimista es porque, en el fondo, no creo en el fin del mundo. Vamos a tocar piso y salir", reflexionaba.
Con Jorge Brito se apaga una voz clara y definida del empresariado nacional. Voz de consenso y diálogo. Que señaló sin prejuicios los problemas del país.
"Yo todo lo que le dije de pesimista es porque, en el fondo, no creo en el fin del mundo. Vamos a tocar piso, y ahí vamos a poder reconstruir una Argentina", decía en aquella entrevista, donde hizo hincapié en la necesidad de forjar acuerdos para un nuevo país, para salir de la larga y cruda pobreza que no cede.
Propugnaba un frente interno unido para negociar con el FMI. "Ahora tienen que sentarse todos, porque, si no, la renegociación con el Fondo va a ser una guerra otra vez; de que nos vendemos al Fondo, que accedemos a lo que exige el Fondo... Entonces, tiene que haber un proyecto de consenso. De consenso de país pero tiene que estar sentado un 70/80%", recomendaba.
"El empresario no tiene que fijar las reglas. El Gobierno tiene que escuchar a todos y luego poner condiciones"
Como lo definió el presidente Alberto Fernández, Jorge Brito era un hombre con quien dialogar y construir salidas políticas. Demandaba acción.
"En el Pacto de la Moncloa -recordaba el CEO del Banco Macro-, en España se sentaron dos partidos nada que ver entre sí. Pero el Pacto no lo hicieron ellos, lo escribieron diez economistas, y el que dirigió a esos economistas venía del franquismo. A los economistas hay que sentarlos y decir qué quiero, a dónde quiero ir". Esperaba de los políticos voluntad firme y consenso.
"La vida, la casa, los hijos, tu mujer, todo es consenso. En el banco, también. Conducir es persuadir a la gente. Basta leer a Perón"
"Los representantes de sectores se tienen que poner de acuerdo. Creo que la vida, desde la casa, los hijos, tu mujer, todo es un consenso. Acá en el banco -ejemplificaba-, hablo con los gerentes y puedo decir que todo depende de cómo lo consensuás: o te enamoro o te convenzo... Conducir es persuadir a la gente, no cagar a pedos. Esa es la esencia de construcción. Hay que leer a Perón, no mucho más que eso", sugería.
¿En qué radicaba esa construcción? "El empresario no es quien tiene que fijar las reglas. El Gobierno tiene que escuchar al empresario, a los sindicatos... A todos hay que escucharlos, pero tiene que poner condiciones. Pero primero tenemos que pensar qué proyecto de país queremos. ¿Qué vamos a hacer de este país? Esto lo tiene que discutir la política", decía.
"El empresario no tiene que fijar las reglas. El Gobierno tiene que escuchar a todos y luego poner condiciones"
También le preocupaba que la imprevisibilidad de las reglas de juego espantaran la inversión. "No podemos tener es un país que siempre cambie de un día para el otro".
Pero tampoco que pusiera en jaque a la sociedad, a los más débiles. "En el mundo nadie piensa que se puede hacer un ajuste de un día para mañana. La riqueza en el mundo está mal distribuida. Si no distribuimos bien, el capitalismo se va acabar", decía.
"Ya nadie piensa que se puede hacer un ajuste de un día para mañana. La riqueza en el mundo está mal distribuida"
Pero de inmediato buscaba la salida. No esperaba el fin del mundo. Tenía fe en la voluntad, en la acción para salir adelante, para movilizar a sus pares, a su familia. A su país si se lo dejaba. Garra y corazón. Así vivió.
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