Trump, Putin, Biden y Netanyahu: un conflicto de intereses épico
El líder ruso es un beneficiario pasivo de las consecuencias de las operaciones del ejército israelí en Gaza. Para el presidente estadounidense, la guerra es un serio desgaste.
La mafia supuestamente preguntaba cui bono (¿quién se beneficia?) cuando trataba de averiguar quién estaba detrás de un golpe. No hay pruebas de que el ruso Vladimir Putin tuviera nada que ver con la horrible matanza de 1200 civiles israelíes perpetrada por Hamás el año pasado. Pero Rusia ha sido uno de los principales beneficiarios. Para llegar a esa conclusión, sólo hay que preguntarse, cui malo (¿quién pierde?). La mayor respuesta geopolítica es Joe Biden. A medida que las fuerzas israelíes avanzan hacia el enclave gazatí de Rafah, es probable que la situación empeore.
El destino decretó que la barbarie de Hamás tuviera lugar el 7 de octubre, que es el cumpleaños de Putin. La inestabilidad geopolítica desde entonces se ha entregado envuelta para regalo a Moscú. A Putin ahora le resulta más fácil describir el "orden internacional liberal" de Biden como una cáscara vacía. Biden ha dejado claro que apoyará a Israel hasta las últimas consecuencias si la Corte Penal Internacional (CPI) emite alguna acusación contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y sus colegas. En cambio, el presidente estadounidense apoya la acusación de la CPI contra Putin por sus presuntos crímenes de guerra en Ucrania.
Lo irónico es que, hasta el 7 de octubre, Putin y Netanyahu mantenían una especie sociedad basada en la mutua admiración. Cada uno reconocía en el otro a un líder que haría lo que fuera necesario para mantenerse en el poder. Ambos compartían el desdén por los liberales estadounidenses y los demócratas bienintencionados en general. Esos resentimientos superpuestos siguen existiendo. Desde su invasión de Ucrania en 2022, sin embargo, y en particular desde el 7 de octubre, Rusia se ha alejado de Israel y se ha unido a Irán, el principal enemigo de Israel.
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Irán ha enviado a Rusia grandes suministros de drones para utilizarlos contra Ucrania. Rusia, a su vez, ha renunciado a cualquier pretensión de ser imparcial entre Irán e Israel, algo que había estado intentando con delicadeza durante muchos años. Moscú también recibió a una delegación de altos cargos de Hamás tres semanas después de los ataques contra Israel. Ominosamente, Putin también ha ido derivando hacia un abierto antisemitismo. Hasta hace poco, era uno de los pocos líderes de la historia rusa que evitaba ese antiguo chivo expiatorio. Ahora se refiere rutinariamente al hecho de que el líder de Ucrania, Volodímir Zelensky, es judío. Extrañamente, lo hace al mismo tiempo que alega que Zelensky dirige un Estado nazi.
Todo lo que es malo para Biden es bueno para Putin. Como es el único defensor de un "orden internacional basado en normas" en las elecciones presidenciales de 2024, una victoria de Biden sería una mala noticia para Moscú. Un segundo mandato de Biden prepararía a Ucrania para una contraofensiva en 2025 contra el territorio ocupado por Rusia, como le dijo Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, al Financial Times.
Una victoria de Donald Trump significaría la rendición forzosa de Ucrania a las condiciones rusas en la mesa de negociaciones. Cuanto más caos haya en Gaza de aquí a noviembre, más difícil le resultará a Biden derrotar a Trump. Eso es lo que hace que la entrada de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) en Rafah oriental esta semana sea tan peligrosa para Biden.
En general, Putin es un beneficiario pasivo de las consecuencias de las operaciones de las FDI en Gaza. Pero sus intereses se solapan con los de Netanyahu. El líder israelí saboteó esta semana las posibilidades de un alto el fuego con Hamás al decir que entraría en Rafah a pesar de todo.
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El líder israelí tiene un conflicto de intereses épico. Cuando termine la guerra, habrá elecciones generales en Israel. Las encuestas sugieren que al partido de Netanyahu, Likud, no le iría bien, lo que significa que podría ir directamente a la cárcel por sus retrasados juicios por corrupción. Tiene todos los incentivos para mantener la guerra. Esto convierte a Netanyahu en una amenaza tan grande para las perspectivas de reelección de Biden como Putin.
Todavía es posible que el equipo de Biden, dirigido por Antony Blinken, su secretario de Estado, y Bill Burns, su director de la CIA, encuentre la manera de conseguir que Israel y Hamás acuerden un alto el fuego y la liberación de algunos rehenes. Eso podría cambiar el clima en Israel. Netanyahu sabe que sería mucho más difícil reanudar las operaciones militares una vez iniciado ese proceso de tres fases. Como también dijo Sullivan el pasado fin de semana, la diplomacia consiste en conseguir "mil no, hasta que un día llegas a un sí". Llegar a ese sí es la prioridad absoluta de la Casa Blanca.
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Si no se consigue un alto el fuego, podrían producirse miles de muertes civiles más en Gaza, una posible hambruna al restringirse la ayuda humanitaria y más protestas en los campus universitarios de EE.UU. También provocaría crecientes divisiones en el partido demócrata. Recientemente, Biden retuvo un envío de armas a Israel por motivos humanitarios. Si la guerra de Gaza se recrudece, se verá obligado a ser mucho más duro.
Mientras tanto, Biden tendrá que tener en cuenta una cosa. Lo que es bueno para Netanyahu es bueno para Putin y, por tanto, para Trump.
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