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La era de la geoeconomía: cómo está cambiando las reglas del juego

Las políticas tecnológicas, comerciales, financieras y militares se entremezclan como no se había visto en la era neoliberal.

El pasado fin de semana, decenas de economistas de universidades e instituciones como el FMI se reunieron en Washington, cerca de la Casa Blanca, para debatir el estado de la "geoeconomía".

¿Geo-qué? Podrán preguntarse algunos lectores. No es de extrañar: hasta hace poco, esta palabra se utilizaba poco, ya que parecía colisionar con las normas modernas.

Esto se debe a que el término describe cómo los gobiernos pueden utilizar las políticas económicas y financieras para jugar a juegos de poder. Pero en el marco intelectual del libre mercado del siglo XX, que es en el que la mayoría de los profesionales occidentales construyeron sus carreras, se daba por sentado en general que el interés propio económico racional era lo que mandaba, no la política sucia. La política parecía derivar de la economía, y no al revés.

El pasado fin de semana, decenas de economistas de universidades e instituciones como el FMI se reunieron en Washington para debatir el estado de la "geoeconomía". Foto: Freepik.

Ya no es así. La guerra comercial desatada por el presidente estadounidense Donald Trump sorprendió a muchos inversores, debido a lo irracional que resulta según los estándares de la economía neoliberal. Pero "racional" o no, refleja un cambio hacia un mundo en el que la economía ha pasado a un segundo plano frente a los juegos políticos, no sólo en EE. UU., sino también en otros muchos lugares.

Por eso, universidades como John Hopkins, Dartmouth, Kiel y Stanford están tratando de ampliar sus programas de "geoeconomía" (en el último caso utilizando el aprendizaje automático para tal fin), junto con entidades como el FMI, Milken Institute y Atlantic Institute. Y Dane Alivarius, ex funcionario del Tesoro estadounidense, también insta ahora a las empresas a crear una nueva función de "CGO", o director de geopolítica, "para abrirse camino por las líneas cada vez más difusas entre el comercio y el arte de gobernar" donde "los árbitros [es decir, los gobiernos] han cambiado las reglas".

Aún no está claro si las empresas adoptarán realmente esa idea. Pero mientras tanto, los inversores y los líderes empresariales harían bien en tomar nota de cinco puntos clave sobre este debate geoeconómico.

En primer lugar, este fenómeno no tiene que ver simplemente con un hombre (Trump), sino que marca un punto de inflexión mucho mayor en el zeitgeist intelectual, del tipo que ya hemos visto unas cuantas veces.

Uno de esos cambios se produjo hace poco más de un siglo, cuando la visión globalista e imperialista del capitalismo que reinaba antes de la Primera Guerra Mundial fue desplazada por políticas nacionalistas y proteccionistas. Otro se produjo después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se impuso la economía keynesiana. Luego, en la década de 1980, las ideas neoliberales de libre mercado desplazaron al keynesianismo.

El hecho de que el péndulo intelectual esté oscilando ahora de nuevo, hacia un proteccionismo más nacionalista (con una dosis de keynesianismo militar), se ajusta así a un patrón histórico, aunque pocos predijeron que la oscilación tomaría esta forma.

En segundo lugar, una faceta importante de este cambio de zeitgeist es que los gobiernos ya no se centran "solamente" en el bienestar absoluto de su país, sino también en sus posiciones relativas. Esta distinción puede parecer sutil. Pero es muy importante, como se explica en un estudio firmado por Aaditya Mattoo, economista del Banco Mundial, Michele Ruta y Robert Staige.

Esto se debe a que una mentalidad de "bienestar absoluto" apoya la cooperación comercial, pero se deshace "si la rivalidad eclipsa cualquier consideración del bienestar del propio país", explican los autores. La retórica incendiaria de Trump al afirmar que los competidores están "estafando" a EE. UU., en otras palabras, representa un cambio de mentalidad mucho mayor.

La guerra comercial desatada por el presidente estadounidense Donald Trump sorprendió a muchos inversores, debido a lo irracional que resulta. Foto: EFE.

En tercer lugar, un factor (obvio) detrás de esta rivalidad es que China desafía ahora el predominio de Estados Unidos. Este patrón ya se ha visto con frecuencia antes, como señala Ray Dalio, experto en fondos de cobertura, en un provocador libro de próxima aparición. Los inversores también deberían tener en cuenta que Dalio sugiere que este tipo de conflicto rara vez se resuelve con rapidez o sin problemas, y menos aún cuando hay un ciclo de deuda de por medio.

En cuarto lugar, a medida que EE. UU. y China recurren a estrategias geoeconómicas, otros países responden siguiendo su ejemplo. No hay más que ver cómo el Banco Central Europeo se apresura a desarrollar un euro digital, Arabia Saudita desarrolla su propio sector tecnológico o Japón utiliza sus inversiones en bonos del Tesoro como "carta" en las conversaciones comerciales. Esto significa que las políticas tecnológicas, comerciales, financieras y militares se están mezclando de una manera que no se había visto durante la era neoliberal.

En quinto y último lugar, ha vuelto la política industrial. Esto comenzó en Estados Unidos bajo la presidencia de Joe Biden. Pero Trump está redoblando la apuesta, con aranceles. Para entender este punto, echemos un vistazo a un nuevo e impactante libro titulado Industrial Policy for the United States (Política industrial para Estados Unidos) de Marc Fasteau e Ian Fletcher, dos economistas muy queridos por los seguidores del MAGA. Ambos defienden los aranceles, pero también subrayan la necesidad de otras políticas industriales, citando a Corea del Sur, Japón, China y Alemania como ejemplos a imitar.

No está claro si Trump seguirá sus consejos. Pero lo que es evidente es que en EE. UU. se acepta cada vez más que el Gobierno debe dar forma al comercio por el interés nacional. Esto empujará invariablemente a regiones como Europa a seguir su ejemplo.

Todo ello horrorizará a muchos observadores, especialmente a los que se criaron en aquella era neoliberal. Pero no esperen que el péndulo intelectual vuelva a oscilar pronto: aunque EE. UU. cierre algunos acuerdos comerciales, como señala Dan Ivascyn, de Pimco, el amor de Trump por los aranceles es profundo. Para bien o para mal, todos tenemos que aprender a orientarnos por la geoeconomía. No podemos limitarnos a desear que desaparezca.

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