El pueblito catalán al que todos olvidaron: está rodeado de montañas, tiene 26 habitantes y guarda un tesoro románico del siglo XI
Este pequeño, pero encantador pueblo se encuentra ubicado en la comarca del Berguedà.
Los pueblos de España conservan un encanto diferente y difícil de expresar con palabras. Muchos de ellos son el refugio perfecto para escapar del ajetreo de la rutina y dejarse abrazar por la tranquilidad de la naturaleza. De hecho, así es la vida en el pueblo más deshabitado de Barcelona, un rincón apartado del bullicio de la gran ciudad.
Situado en la comarca del Berguedà, Sant Jaume de Frontanyà destaca como uno de los municipios más pequeños de Cataluña, tanto en extensión como en población. Su ubicación en el pre-Pirineo, rodeado de montañas y bosques, ha frenado su crecimiento demográfico a lo largo del tiempo.
Según los datos del Instituto de Estadística de Cataluña, la población en 2024 se había reducido a 26 habitantes censados. Sin embargo, a pesar de su baja población, tiene una extensión de 22 kilómetros cuadrados, lo que lo convierte en un destino perfecto para disfrutar de la naturaleza.
El pueblito de Barcelona que está rodeado de montañas y tiene solo 26 habitantes
Al igual que muchos pueblos de montaña, Sant Jaume de Frontanyà vivió un fuerte éxodo rural en el siglo XX, cuando muchos jóvenes dejaron atrás su hogar para buscar nuevas oportunidades en las grandes ciudades.
Su ubicación en una zona montañosa de difícil acceso y con infraestructuras limitadas dificultó el desarrollo económico y la llegada de nuevos habitantes. Además, las actividades tradicionales como la agricultura y la ganadería dejaron de ser viables económicamente.
A medida que los jóvenes se fueron marchando, los habitantes que se quedaron eran en su mayoría personas mayores, lo que redujo la natalidad y provocó que las casas quedaran deshabitadas o abandonadas, además servicios básicos como escuelas o comercios desaparecieron y empezaron a depender de municipios cercanos.
En 2024, Sant Jaume de Frontanyà ha recuperado el título de municipio con menos habitantes, algo que no ocurría desde 2016, cuando Gisclareny ocupó ese puesto. A pesar de su escasa población, sigue siendo un destino perfecto para alejarse del bullicio urbano, conectar con la naturaleza y disfrutar de un entorno incomparable.
Un tesoro medieval en el corazón del Berguedà
La iglesia de San Jaime de Frontanyà es el símbolo más destacado de este pequeño núcleo. Construida alrededor del año 1070, originalmente albergó una comunidad de monjes agustinianos dirigida por un prior, cuya existencia está bien documentada desde el siglo XII.
Su estructura, de cruz latina, cuenta con una nave y tres ábsides situados en el transepto, coronados por un cimborio de doce lados, una característica única en Cataluña. Gran parte de la localidad está protegida como Bien de Interés Cultural, una designación otorgada el 25 de noviembre de 2005 para preservar el entorno de la iglesia.