Opinión

Lo que implica una devaluación desordenada

La devaluación es dolorosa. Con improvisaciones, tuvimos un salto inflacionario y no se logró el objetivo de mejorar el tipo de cambio

Para reprimir la inflación, se venía aplicando sobre el dólar oficial pequeñas devaluaciones diarias por debajo del aumento de los precios. La principal consecuencia fue que el valor del dólar oficial retrasado terminó desalentando las exportaciones e incentivando las importaciones. En este contexto, las reservas quedaron agotadas.

Esta dinámica llevó a un salto devaluatorio el día siguiente a la PASO y permitió retomar el acuerdo con el FMI para recibir u$s 7200 millones que nuestro país le había pagado a fines de julio. 

Al unísono, se tomaron medidas que implican mayor emisión (bonos a estatales, jubilados y beneficiarios de planes sociales) y mayor presión sobre las empresas privadas (bonos a empleados privados, congelamiento del precio de las prepagas). En resumidas cuentas, el impacto fue una tasa de inflación colocándose en los 2 dígitos mensuales.  

El dólar oficial, después de la devaluación, sigue estando barato. A este ritmo de inflación, en poco tendrá (en términos reales) un nivel inferior al que tenía antes de la PASO. Tampoco sirvió para acortar la brecha. Habría que irse a fines de los años 80 para hallar un valor del dólar paralelo similar al actual.

Un salto devaluatorio es un proceso complejo y doloroso, siendo transcendental que las políticas adjuntas se orienten a moderar los impactos sobre los precios. De no minimizarse el impacto de la devaluación sobre los precios internos, no solo que no se logra mejorar la competitividad, sino que se agregan presiones en favor de la aceleración inflacionaria.

Se retrasó el salto devaluatorio hasta el día después de la PASO. Al FMI se le pidió que hiciera el desembolso, teniendo que perdonar el incumplimiento de todas las metas y hacer un nuevo acuerdo. Luego, se tomaron medidas de expansión del gasto que van en el sentido contrario. Sirvió para superar el obstáculo que planteaba el acuerdo, pero las consecuencias internas son enormes.   

Cabe señalar dos al respecto:

  1. No se mejoró el tipo de cambio real de manera que seguirá la acuciante escasez de divisas.
  2. Saltó la inflación a niveles de dos dígitos mensuales. Así, se deterioró aún más la credibilidad.

En resumen, una devaluación mal hecha socavó la crisis y aumentó los desafíos para la próxima gestión. Resulta fundamental contar con una estrategia para ordenar integralmente el Estado. De su consistencia y velocidad de instrumentación, depende la posibilidad de frenar el deterioro.

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