La insoportable resiliencia de la incertidumbre
Las situaciones inciertas parecen ser el pan nuestro de cada día. Pueden enfurecernos o podemos verlas como una variable más que dispara nuevas opciones que vemos como potencialmente negativas, así como otras alternativas que podrían llegar a ser más beneficiosas aún. ¿Cómo las manejamos?
La incertidumbre se presenta cuando una variable conocida puede arrojar un valor incierto. Puede ser el resultado de una elección, o el valor proyectado del dólar al final del próximo trimestre, o el volumen de demanda de uno de nuestros productos durante la temporada alta. Por otro lado, la ambigüedad tiene como contra que se refiere a una situación donde no estamos seguros de conocer cuál es la variable que determinará un determinado resultado. La ambigüedad es, por lo tanto, mucho más problemática y difícil de enfrentar que la incertidumbre, porque en este último caso sabemos cuál es la variable que tenemos que evaluar, y hasta podemos imaginar cuál es el rango de valores que podría llegar a adoptar, entre un mínimo y un máximo, o entre una lista acotada de posibilidades.
Habiendo despejado esta distinción, no obstante, se ha demostrado en múltiples estudios nuestra tendencia psicológica a ver la incertidumbre como una amenaza, y que, por lo tanto, tratamos de escaparle y convertirla en una situación cierta más temprano que tarde. Necesitamos darle un "cierre cognitivo" a estas situaciones, y como tal, sacamos conclusiones rápidamente para convertirlas en opciones entre blanco y negro. Esta conducta casi automática de nuestros tiempos es verdad que calma nuestra ansiedad, pero tiene consecuencias adversas sociales, políticas y económicas.
Es verdad que cada uno de nosotros evalúa posibilidades positivas o negativas de distinta manera. Están los que ponen en primer plano sus peores miedos cuando piensan sobre una situación incierta, y entonces se preocupan excesivamente o tratan de evitarla como sea. En cambio, están quienes se focalizan en sus deseos o aspiraciones cuando enfrentan la incertidumbre y, por lo tanto, la abordan más confiadamente.
Historial de resultados de largo plazo
Hay investigaciones que muestran que un factor que influye de manera significativa en nuestra forma de reaccionar frente a la incertidumbre podría llamarse historial de resultados de largo plazo: quienes han tenido malas experiencias en el pasado tienden a ser más pesimistas y responden más negativamente ante situaciones inciertas. Algunas veces, este historial puede ser temporalmente contrarrestado por eventos positivos más recientes, pero lo normal es que se vuelva al nivel base de optimismo o pesimismo.
Sin embargo, este nivel base no tiene que ser permanente ya que estudios de psicología positiva ayudaron a demostrar que la forma en que una persona piensa sobre sus éxitos y fracasos puede promover el aprendizaje del optimismo y así reducir el miedo a resultados negativos. De la misma manera, tener una actitud de aceptación intencionada de las situaciones inciertas puede ser de gran valor para sobrellevarlas de una manera que no nos resulte tan angustiante.
Nuestro propio abogado defensor
Una manera de cambiar nuestra línea de base puede ser ejercitando el rol de nuestro propio abogado defensor. Lejos de ser una "receta de autoayuda", el trabajo del psicólogo Martin Seligman ha ayudado a desarrollar un estilo más positivo que nos inmuniza contra la tendencia al miedo y a destacar las posibilidades negativas. Este ejercicio, que se recomienda repetir una vez por semana, durante un par de meses, consiste en elegir una situación pasada que consideramos como rechazo o un fracaso personal, profesional, laboral, académico, etc.
Ubicados en esa situación elegida, debemos escribir (¡y es clave hacerlo por escrito!) varias razones (mínimo tres) que usaríamos ante un tribunal para convencerlo que ese resultado no deseado fue único debido a las circunstancias, y que es poco probable que se repita en el futuro. Las razones deben ser creíbles y realistas. Este hábito puede ayudarnos a abordar situaciones inciertas donde sólo el resultado se basa en nuestras falencias de personalidad, la falta de talento o habilidades sociales, que se traducen en razones de fracaso o rechazo, y que son las que comúnmente nos atrapan de manera automática.
Yo puedo
La actitud del "Yo Puedo" también resulta útil para desarrollar el hábito de ver una situación incierta como un desafío en vez de una amenaza inminente. Esta actitud mental combina el reconocimiento de un problema con la certeza de que uno está a la altura de la circunstancia a fin de afrontarla exitosamente. Han circulado varios videos en redes sociales sobre cómo encarar una entrevista laboral de esta manera, visualizando el flujo de la reunión, pensando positivamente en cómo se va a desarrollar y qué respuestas daremos ante cada pregunta difícil. La mentalidad positiva que se logra también nos ayuda a estar mejor preparados físicamente porque nos da tranquilidad para dormir y descansar mejor. Repetir este ejercicio una vez por semana durante dos meses también es recomendable para adquirir el hábito.
Diseño de alternativas
Cuando pensamos que el resultado de una situación es final o fatal, quedamos paralizados y abrumados por la desazón y la desesperanza. Sin embargo, rara vez este es el caso. El ejercicio de diseño de alternativas sirve para sobreponerse a situaciones que pensamos que van a ser adversas para nosotros. Consiste en analizar esta situación que nos preocupa y diseñar al menos tres cursos de acción posibles que podríamos tomar si pasara lo peor, acciones que aún nos servirían para ir en la dirección que quiero. Este ejercicio nos ayuda a darnos cuenta que los resultados rara vez son definitivos.
Mindfulness
Por último, la práctica del mindfulness puede ayudar a acostumbrarnos a experimentar la incertidumbre y así mitigar el miedo instintivo que evoca; de esta manera, nos habilitamos a explorar aspectos positivos u oportunidades nuevas que la situación incierta ofrece.
Ya sabemos que la incertidumbre es una parte inevitable de la vida, y la actualidad vertiginosa de los cambios que el mundo experimenta no hace más que potenciar esos sentimientos temerosos frente a lo incierto en comparación con décadas pasadas. Sólo depende de nosotros aprender a convivir con ella para tener una vida feliz y productiva en estas circunstancias.
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