La indecisión, el riesgo de confrontar desde la minoría
Si gobernar es decidir, hoy Javier Milei no gobierna la Argentina. Esa afirmación algo provocativa no tiene otro sentido que el de exponer el principal problema que enfrenta el flamante Presidente, su restricción decisional. Que Milei haya juntado una mayoría en el balotaje para apoderarse del Poder Ejecutivo, no resuelve su condición de minoría en el sistema, que es lo que lo priva de autonomía decisional. Al no poder decidir solo, necesita acordar con otros actores políticos y ello no sólo es el principal condicionante de su acción política, sino que vuelve compleja su toma de decisión.
Se sabía que para enfrentar el difícil desafío económico, se iba a requerir una especial capacidad de toma de decisión. Pero paradójicamente, el proceso electoral produjo un Presidente en minoría, sin autonomía decisional. Y todo ello se vio reflejado en el engorroso proceso de discusión de la Ley ómnibus.
Mega DNU: ¿mal método o una buena estrategia?
La restricción decisional podía encontrar dos soluciones: la coalicional, conformar una coalición más amplia que le de sustento político a las decisiones por tomar; o la acuerdista, dialogar con el resto de los actores en un proceso de toma y daca para arribar a las decisiones posibles. Pero Milei pareciera haber intentado una tercera solución, algo contraintuitiva: la de reclamar la centralidad en el proceso de toma de decisión. Informó las decisiones que quería tomar y luego pidió que lo acompañen, apelando a dos argumentos centrales: a) "me votó la mayoría habiendo dicho que iba a hacer esto" (legitimidad popular) y b) estamos al borde de una "catástrofe" económica y social de magnitud (urgencia económica y social).
Detrás de ese reclamo inicial, de que se le otorgue la centralidad del proceso de toma de decisiones, subyacía también una intención de Milei de maximizar su fortaleza política apalancándose en la debilidad de sus oponentes, el resto de la clase política. Como si el Presidente le dijera a la oposición: 'yo estoy tratando de arreglar lo que ustedes destruyeron, así que no se me pueden oponer porque carecen de autoridad y legitimidad para hacerlo frente a la sociedad'. Desde su situación de minoría, Milei pretendía que se le permita tomar decisiones solo, subvirtiendo el principio de la mayoría, debido a que el resto de la política había perdido la legitimidad para oponérsele por los resultados desastrosos que produjeron en el país.
Había algo de chicken game (juego de la gallina, en el que dos oponentes se dirigen en trayectoria de choque mutuo y pierde el que primero abandona esa trayectoria por temor al choque) en la estrategia inicial de Milei. En su primera etapa de decisionismo extralimitado (DNU) y de intransigencia negociadora ("no se negocia nada"), parecía un Presidente que estaba dispuesto a que la Argentina (o que la economía argentina) choque para luego echarle la culpa a "la política" por no haberlo dejado tomar las decisiones que él quería tomar para resolver el problema económico.
Efectivamente, en el chicken game, la debilidad percibida puede ser una táctica para hacer que el oponente se desvíe primero. La extendida percepción de que Milei es un Presidente débil, parecía estar siendo utilizada por él como una fortaleza para hacer que otros actores políticos cedan ante sus amenazas de intransigencia, temiendo las consecuencias de enfrentarse a alguien que, sin nada que perder, se muestra dispuesto a sostener la trayectoria de colisión hasta el final. Amenazas que han sido acompañadas de una actitud desafiante, combativa de destrato de Milei hacia toda la oposición.
Milei y la brecha entre el resultado electoral y el sistema político
Pero el punto es que finalmente el oficialismo terminó cediendo (fue Milei quien echó el auto a un costado en el chicken game), dejando de lado el conjunto de decisiones más importantes que tenía delante por tomar: el paquete fiscal retirado de la Ley ómnibus. La estrategia fracasó de mala manera. En primer lugar, porque lesionó el vínculo de confianza que Milei necesita construir con aquellos actores que pueden facilitarle el proceso de toma de decisiones: la oposición dialoguista. A la que trató de coimeros y de protectores de privilegios frente a un pueblo doliente, cuando no le daban lo que pedía.
Pero el desgaste del vínculo con el resto de los actores no fue el principal perjuicio de esta estrategia. Es mucho más relevante el costo temporal que tuvo, causando que el proceso de toma de decisiones se haya ralentizado al punto de que han pasado casi dos meses desde que inició su mandato y las decisiones que Milei necesitaba tomar aún no están tomadas. Milei no necesita mostrar qué es lo que quiere hacer (eso se sabe), sino demostrar qué de lo que quiere hacer, puede hacer.
El fracaso de esta estrategia puede haber dejado un alto costo en términos de deterioro de las condiciones políticas iniciales. Si el clima de opinión pública se empieza a volver cada vez más adverso como consecuencia del proceso de corrección económica en curso (recesión más inflación), las posibilidades de encontrar una oposición colaboracionista con la toma de decisiones, serán incrementalmente menores.
¿Avanzando hacia un nuevo (des)orden político?
Si algo necesita Milei, por su condición de hiperminoría, es avanzar rápido con su programa de ordenamiento económico, para lograr que los eventuales resultados positivos aparezcan lo antes posible. Está lidiando con una sociedad angustiada, cansada e impaciente que reclama soluciones rápido. Entre sacar más decisiones pero más lento o menos decisiones pero más rápido, a este Presidente le convenía lo segundo. Pero lo que seguro no le conviene es no sacar lo que tiene que sacar.
No debería sorprender los costos decisionales asumidos producto de la falta de experiencia política, era previsible. Tampoco que el proceso de toma de decisión sea lento y complejo para las necesidades de la crisis económica, también era previsible. Lo que no es previsible es que Milei no pueda atravesar una fase de aprendizaje acorde a las necesidades del país y de la crisis económica. Por ello, sería saludable para la escena que el que sabe de economía, aprenda rápido de política.
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