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La fatal arrogancia de Milei y Caputo

El Gobierno está decidido a bajar el índice de inflación todo lo que se pueda, lo más rápido que se pueda. Prácticamente todas las decisiones de las últimas semanas tuvieron como objetivo frenar cualquier movimiento que pudiera comprometer dicho objetivo. Al mismo tiempo, desde lo discursivo, las máximas autoridades intentar moldear las expectativas sugiriendo que "el camino es el correcto", que el superávit fiscal está asegurado y que no es necesario ningún cambio en la política cambiaria.

Entre las medidas destacan:

  • La facilitación de la importación de productos de la canasta básica;
  • La postergación del aumento del impuesto a los combustibles;
  • El congelamiento (en términos reales) del precio de las cuotas de medicina prepaga;
  • La postergación de aumentos de las tarifas de luz y gas que ya habían sido acordados y anunciados;
  • La postergación de la implementación de las fórmulas de actualización automática, publicadas y acordadas recientemente, de dichas tarifas;
  • La reducción de los aranceles a la importación de una serie de electrodomésticos, neumáticos y de varios insumos plásticos.

En relación a estas decisiones, el ministro de Economía, Luis Caputo, sostuvo: "Porque estamos cómodos en lo fiscal, priorizamos bajar la inflación y no cargar con más gastos, de momento, a la clase media". Sostuvo también que no estaba enamorado del cepo y que "todo lo que estamos haciendo es para salir del cepo". Y agregó que continúa en marcha el plan de competencia de monedas: "Esto estaba estudiado. Tenemos todo preparado para la dolarización. Está recontra estudiado".

¿Se puede seguir con el cepo?

Reafirmando esta posición, el Presidente Javier Milei dijo que la hoja ruta para salir del cepo (que luce bastante larga por cierto) involucra: "limpiar pasivos remunerados, puts y dividendos. Lo que va a pasar es que a partir de ahí se frenan todos los grifos de emisión monetaria. No se emite por fiscal, por financiero y por sector externo. Vamos a ir a un tipo de cambio flexible".

El descenso de la inflación de los últimos meses está en buena medida determinada por la postergación del sinceramiento de precios relativos y la postergación del lanzamiento de la segunda fase de estabilización. Recordemos que, tal como lo delinearon el Presidente y el ministro de Economía, el programa de emergencia daría paso a uno de estabilización hacia finales de marzo/principios de abril. Terminada la etapa de corrección y sinceramiento de precios relativos, el levantamiento del cepo se insinuaba como la bisagra entre ambas fases y hoy ese momento luce bastante demorado en el tiempo.

Además, si bien es cierto que la inflación cayó por debajo de lo esperado, también es cierto que la actividad económica se encuentra bastante por debajo de lo esperado. Tomando los pronósticos del REM, la caída del PBI prevista para 2024 se incrementó en más de un punto porcentual entre noviembre del año pasado y el último relevamiento de abril.

En cuanto al debate sobre el atraso cambiario, estamos de acuerdo en que hablar de atraso supone el conocimiento del valor de equilibrio del tipo de cambio real. La idea de aproximar dicho valor de equilibrio utilizando algún promedio histórico es discutible. Sobre todo porque involucra la elección del período para calcular el promedio y porque, además, la serie histórica del tipo de cambio real no es ni por asomo una serie donde los promedios suministren información que pueda considerarse relevante. En efecto, la volatilidad del tipo de cambio real resulta alarmante. Por ejemplo si tomamos la serie desde 1970 (a precios de hoy), el promedio es de $976 por dólar mientras que el desvío estándar asciende a $375. Lo cual es un indicador bastante elocuente de la volatilidad que mencionamos.

¿Está saliendo todo como Milei planeaba?

Pero que no sea correcto hablar de adelanto o atraso cambiario, no significa que no podamos hablar de apreciación real y lo que hemos visto es que el tipo de cambio se ha apreciado considerablemente desde la devaluación de diciembre pasado. En efecto, los $800 de entonces, a precios de hoy serían unos $1400 por dólar (un 60% más alto que el actual tipo de cambio oficial).

Es probable que las autoridades económicas hayan impulsado entonces un overshooting del tipo de cambio real (algo a lo que hizo mención el ministro Caputo en varias entrevistas de fines del año pasado), pero el tipo de cambio real hoy es apenas un 14% superior al de noviembre pasado. Un nivel que difícilmente pueda ser visto como adecuado o razonable dada la necesidad de regenerar la solvencia externa (un superávit de la cuenta corriente consistente y sustentable) y la necesidad de recapitalizar la mayoría de los sectores transables de la economía.

Lo que todavía no sabemos del Plan Milei

El Gobierno intenta convencernos que todo marcha según lo planeado y que las decisiones recientes no ponen en riesgo la estabilización. Su visión parte de la premisa que una desinflación rápida puede ayudar a una recuperación más rápida de la actividad económica; que la corrección de precios relativos puede esperar y que no es una traba para la recuperación de la actividad; que el cepo tampoco es un obstáculo para la recuperación; por lo que el equilibrio fiscal para todo 2024 sería factible (dada que la recuperación de la actividad económica es inminente). 

No está mal que el Gobierno intente comunicar confianza. Pero la lista anterior revela que el Gobierno cae en la misma fatal arrogancia que el Presidente le endilga a los políticos y economistas que suele criticar. La fatal arrogancia de adjudicarse el total conocimiento de la estructura de precios relativos que necesita el sector privado para ser rentable, para invertir y capitalizarse y para ser lo suficientemente productivo para poder pagar buenos salarios.

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