¿Está saliendo todo como Milei planeaba?
El Presidente Javier Milei enfrenta por estos días al menos dos desafíos cruciales. Primero, necesita mantener el apoyo de la opinión pública enfrentando y exponiendo a ‘la casta', mientras necesita que ésta le apruebe legislación clave para la sustentabilidad del cambio de régimen que propone. Cuánto más duro con la casta más cerca de la opinión pública que lo banca, pero más lejos de que se aprueben las leyes que necesita. Y aquí surge la primera pregunta inquietante: ¿Estará el Presidente dispuesto a seguir confrontando y quedarse sin leyes? ¿O ahora estamos frente a un nuevo Milei dispuesto a negociar gobernabilidad a cambio de obtenerlas?
Segundo, y no menos relevante, si bien ha habido avances en materia fiscal y monetaria, la reducción de la inflación viene lenta mientras que la caída del consumo y de la actividad están lejos de ser graduales y golpean con fuerza a todos los sectores sociales. El Gobierno no niega estos hechos, pero es bastante insistente a la hora de resaltar los "logros" que se han obtenido en "tan corto tiempo de gestión".
Lo que todavía no sabemos del Plan Milei
Sin embargo, cuando se aborda el tema cambiario, el Presidente ha sido muy enfático en señalar que no levantará el cepo porque todavía hay una alta probabilidad de que se produzca una corrida cambiaria. Pero entonces, ¿cuál es la credibilidad del programa? Si el programa ya ha logrado tantos éxitos impensados (y en tan corto tiempo) como los que resalta a diario el Presidente y su equipo, ¿cómo es que podría haber una corrida? La señal que se transmite, tal vez de manera no deseada, es que no todo estaría saliendo según lo planeado. O que, al menos, el Presidente y su equipo también tienen sus dudas sobre cuán sustentables son sus "logros". Es probable que con datos parciales en la mano, el Gobierno ya avizore que en marzo la inflación será mayor a la de febrero (y probablemente suceda lo mismo en abril) y que el resultado de las cuentas públicas coquetee con la posibilidad de volver al rojo. Para un programa que aún no se percibe como sustentable, cualquier mala noticia podría generar dinámicas perversas difíciles de revertir.
En tal contexto, acelerar el crawl o desmantelar el cepo podría resultar particularmente riesgoso. ¿Si no se lo hizo en el arranque del programa por qué hacerlo ahora? Por lo que parece bastante lógica la postura de las autoridades económicas de esperar a que el programa se consolide y se reduzcan las chances de una corrida. Haber bajado la tasa de interés de política monetaria es un acto de arrojo (pero menor mientras se mantenga el cepo), que se puede explicar dados dos objetivos centrales del Gobierno (el Presidente fue muy explícito esta semana al respecto): seguir "licuando" los agregados monetarios (y el ahorro) en pesos y; reducir el déficit cuasi-fiscal (reduciendo el pago de intereses sobre los pasivos remunerados del BCRA).
Las respuestas del mercado financiero a las decisiones de las autoridades económicas indican que por ahora los riesgos se juzgan tolerables. La razón, detrás de esas dinámicas favorables, parecen estar del lado del ancla fiscal, el déficit cero y del compromiso del Gobierno en alcanzarlo. En la Argentina hemos probado con todos los regímenes cambiarios y monetarios disponibles para estabilizar, pero nunca probamos con una estabilización basada en el equilibrio fiscal. Y la más de las veces el fracaso de anteriores estabilizaciones estuvo precisamente en la dominancia del déficit fiscal sobre la política monetaria y cambiaria. Y, por lo tanto, no luce descabellado apostar a que esta vez puede ser diferente y que una desinflación sustentable podría estar a la vuelta de la esquina.
Desde lo político, podríamos decir que sustentabilidad es sinónimo de gobernabilidad. Los contratiempos legislativos parecen haber ayudado a que el Presidente tomara nota de lo difícil que puede ser gobernar sin un partido nacional y sin potencia legislativa. Sin embargo, no está claro si eso lo hará aferrarse a la idea de que alcanza con la aprobación mayoritaria de la opinión pública para contar con la gobernabilidad necesaria para seguir avanzando; o si, por el contrario, honrará en la práctica la búsqueda de un acuerdo con la política como el planteado en el arranque de este mes de marzo.
Para la economía, lo mejor del verano ya quedó atrás
Cualquiera sea el caso, cabe preguntarse si esa conciencia política no podría nublar o relativizar la voluntad de avanzar con todas las medidas antipáticas que aún están pendientes. El ajuste fiscal y la mejoría del balance del BCRA son precarios y parciales y las correcciones de precios relativos apenas han arrancado. ¿Se completarán esas correcciones o quedarán para más adelante? Alguna pista tuvimos en los últimos días: el ministro de Economía decidió postergar aumentos claves de los precios del gas y del transporte y recurrió a la reducción de los costos para importar alimentos y otros productos básicos con el fin de favorecer una contención inflacionaria más efectiva.
Las encuestas siguen mostrando altos niveles de aprobación presidencial, pero el apoyo de la opinión pública podría peligrar si el periodo en que los costos de la estabilización superan a sus beneficios se extiende más de lo esperado. En tal sentido, vale la pena recordar dos características cruciales de la opinión pública: la opinión pública cambia; y, cuando cambia, lo hace sin experimentar sentimiento de culpa alguno.
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