El país de Alberdi, las Lecop, el Bopreal y el billete de $ 100.000 sin moneda fuerte
Con la idea de la dolarización archivada, la decisión de Javier Milei de avanzar con la impresión de billetes de $ 20.000 y $ 50.000 resulta lógica aunque insuficiente, dada la dinámica de los precios que atraviesa la economía argentina.
El propio Presidente señaló que ese paso responde a la elevada inflación, que este mes cerrará entre el 25% y 30% para alcanzar un 190% anual, según prevén las principales consultoras económicas. De concretarse la emisión mañana, implicaría que el billete en pesos de mayor denominación se multiplicaría por 25, para pasar de un equivalente cercano a los dos dólares ($ 2000) hasta uno de 50 dólares. Y cuanto más se demore, menor será la paridad.
A la hora de imaginar el diseño, ya circuló la versión de que uno de ellos llevará la imagen del prócer más mencionado por el jefe de Estado: el jurista y economista tucumano, Juan Bautista Alberdi, cuyos anteriores pasos por las billeteras argentinas no traen buenos recuerdos.
Uno de los padres de la Constitución de 1853 fue la imagen del billete de 5.000 pesos argentinos que, sello mediante, se conviertieron en 5 australes y, sobre todo, de las Lecop, los bonos emitidos por el gobierno de Fernando de la Rúa para cancelar deudas con las provincias en 2001, cuando todavía un peso valía un dólar.
Títulos utilizados al año siguiente por la administración de Eduardo Duhalde para pagar sueldos y planes sociales a la par del peso convertible. Fue en pleno apogeo de las cuasimonedas, un fantasma que volvió a circular días atrás en la mente de algún funcionario provincial ante la posibilidad de escasez de recursos.
Por entonces las Lecop se podían usar para pagar impuestos, una curiosa similitud con los Bopreal que saldrán hoy a la luz de la administración libertaria, aunque en este caso darán intereses y se pagarán en dólares.
Pero hoy el problema no es la falta de pesos sino la de dólares y la sobreabundancia de billetes que poco valen, generan altos costos y complican la vida de una ciudadanía que, en un altísimo porcentaje, se mueve en la informalidad.
Sin embargo, no se espera que los nuevos billetes estén en la calle antes de marzo y si la evolución del tipo de cambio acompaña la inflación prevista para los próximos meses, el efecto buscado durará menos que un suspiro. Será necesario preparar la imprenta para emitir un billete de 100.000 pesos que equivalga a u$s 50, antes de que ingresen los dólares de la cosecha gruesa en mayo, el mojón con el que sueña la administración nacional para reencontrar la inflación de un dígito mensual y bajar la tensión social.
Mientras eso no se logre, la conflictividad crecerá y los billetes, como tantos otros, quedarán en la historia numismática de un país sin moneda fuerte.
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