El 2023 y el dilema de los dólares
Actualmente, los datos arrojan que, en el sector real de la economía, en noviembre, según el INDEC, la actividad industrial presentó un avance mensual del 0,8%. En su comparación interanual, el aumento es del 1,4%.
De esta forma, en los primeros 11 meses del año pasado, la actividad industrial acumuló una suba del 5,2%, respecto a igual período de 2021. Esto ha sido impulsado, principalmente, por la industria textil, la alimenticia y por maquinaria y equipo.
El año que dejamos tuvo un comportamiento oscilante, con caídas en 6 de los 11 meses que tenemos hasta ahora. Lo que explica por qué la industria se encuentra operando solo 1% por encima del cierre de 2021. Por las restricciones a la importación, la industria no tendría avances en el último mes de 2022 y en los primeros de 2023.
Asimismo, la construcción presentó una contracción mensual que se ubica en el 0,5% registrando, de esta manera, 4 bajas mensuales consecutivas. El sector acumula una caída del 8,4% en los últimos 4 meses. A nivel interanual, la variación también es negativa y está en el 1,5%.
Los insumos muestran que, a nivel interanual, el consumo de hormigón aumentó en 12,4% y el resto de los insumos aumentó 21,9%. A su vez, los puestos de trabajo mostraron un incremento del 17%, respecto a octubre de 2021, superando en 10% los niveles previos a la pandemia.
En 2021 y 2022, con cosechas récord, el balance cambiario estuvo tensionado, más aún lo estará durante el 2023
Por su parte, el INDEC, señalo que, para octubre del pasado año, los salarios subieron un 5,1%. De esta manera, perdieron contra la inflación. En los primeros 10 meses de 2022, los salarios acumularon un incremento de 69,5%. Es decir, 7,1 puntos porcentuales por debajo del IPC general, y un alza de 80,7% en los últimos doce meses. El crecimiento mensual de octubre se explica por:
- 5,3% de alzas en el sector privado registrado
- 6% en el sector público
- 3,1% en el sector privado no registrado
Comenzando el 2023, no hubo ningún cambio de tendencia para revertir los pronósticos de la cosecha. La cosecha fina ya finalizó prácticamente, con un volumen de 12,4 millones de toneladas, frente a los 22,4 millones de toneladas de la campaña 2021/2022.
Esto significa una caída interanual del 45% en la producción total. Producto de la combinación de una reducción de casi 10% en el área sembrada en relación con la campaña anterior y del 34% en el rendimiento medio nacional. En el caso del trigo, una merma interanual del 45% implica estar entre las tres campañas con mayor caída desde los años 70, según las estadísticas de la Secretaría de Agricultura.
Pensando en la cosecha gruesa, el área sembrada de soja mantiene una demora de 5 puntos porcentuales en relación con el año pasado. De completarse la etapa de siembra, el área implantada sería igual a la del 2021/2022 (16,7 millones de hectáreas) pero si no se registran precipitaciones podría transformarse en recorte del área.
Contemplando como escenario base los rindes promedios registrados en los últimos episodios de sequía, podría considerarse 32,3 millones de toneladas de soja y 40,1 millones de toneladas de maíz.
Y es este panorama el que impactará negativamente vía el efecto directo sobre el PBI, el efecto indirecto sobre la demanda agregada y el efecto en el mercado de cambios. El efecto directo indica que el PBI tendría una contribución negativa de una magnitud aproximada de casi 2% en relación con el año anterior.
El efecto indirecto, por su parte, sobre la demanda agregada, tiene que ver con la contracción del gasto privado como consecuencia de un menor ingreso. Y el efecto en el mercado de cambios tiene que ver con el papel que cumple el sector en el abastecimiento de dólares en el mercado de cambios. En 2021 y 2022, con cosechas récord, el balance cambiario estuvo tensionado, más aún lo estará durante el 2023.
Durante el año pasado, se acudió a restricciones de demanda (cepo) y a estímulos de oferta (dólar soja I y dólar soja II) para lograr cumplir con las metas de reservas internacionales acordadas con el FMI. Este nuevo año que comienza, con una cosecha menor, la oferta de dólares en el mercado se verá restringida, haciendo muy complejo el cumplimiento de la meta con el FMI (u$s 9800 millones de reservas netas). Prácticamente, el doble del año pasado.
Al margen de esto, la implementación de los dólares soja (septiembre y diciembre) permite especular con nuevas medidas de este tipo durante el 2023 y, de esta forma, demorar la liquidación, dándole aún más estrés al mercado cambiario. Esto generaría un sostenimiento en las tasas de inflación y podría provocar una disrupción cambiaria de mayor magnitud, con aceleración inflacionaria y contracción de la demanda agregada.
En resumen, más allá de los desequilibrios macroeconómicos del 2022, hay que adicionarle el factor climático que complicará el abastecimiento del mercado de cambios. Todo esto en un año en el cual el FMI no hará desembolsos netos positivos porque los vencimientos superarán a los giros pautados. El resultado será una economía que no logrará bajar la tasa de inflación en proporciones relevantes, sino que, tendremos el agravante de sufrir una nueva aceleración seguida de una caída en el producto bruto.
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