OPINIÓN

La madre de todas las batallas que Lionel Scaloni ya ganó

Argentina merecía su tercera estrella. Esto dicho por un argentino, en la previa de la ‘madre de todas las batallas', podía parecer, a priori, una expresión sin más sustento que la subjetividad producto de la pasión desenfrenada que caracteriza a todos los que respiramos fútbol en este país.

No obstante, en el cuidadoso examen de estos cuatro años de la Selección, y en su contraste con los procesos previos, uno puede encontrar argumentos de fuste para fundar semejante afirmación, más allá de cómo se dio la final ante los franceses, donde los méritos fueron indubitables.

Hay que remontarse a la debacle en Rusia, allá por 2018, donde una Argentina avejentada y envuelta en la histeria de la dupla Sampaoli-Becacece se despidió en octavos, precisamente ante Francia, el rival de este domingo, para empezar a entender cómo se dieron las cosas y cuánto mérito hay detrás del trabajo realizado por el actual cuerpo técnico.

Si algo quedó claro tras la fallida cita mundialista era que una renovación, de nombres y de estilo, era imperiosa. Y esa renovación comenzó de la manera menos pensada y con un nombre -huelga decirlo- ignoto para todos los que no siguen el fútbol pero también para muchos futboleros: Lionel Scaloni.

Cultor del perfil bajo, Scaloni eligió trabajar en silencio, lejos de los primeros planos y las cámaras. 

Nacido un Pujato (Santa Fe), Scaloni se había retirado en 2015, con 37 años, tras una década jugando en Italia, Inglaterra y España, sin demasiada trascendencia. También había formado parte del plantel de Argentina en el Mundial que se disputó en Alemania en 2006, aunque su participación en el torneo fue escasa. Acaso su mejor momento fue en el Sub-20 que, a las órdenes de José Pekerman, obtuvo el campeonato mundial de Malasia 1997, donde fue uno de los puntos altos del equipo. ¿Experiencia como entrenador? Ninguna.

Más que ninguno de sus detractores, Scaloni tuvo en claro desde el vamos que no contaba ni con los pergaminos ni con la trayectoria que habían caracterizado los técnicos de la Selección desde Menoti en adelante.

Y un poco por esa ‘falta de espalda', otro poco por su personalidad y acaso también por haber tomado nota de los errores de Sampaoli, eligió trabajar en silencio, lejos de los primeros planos y las cámaras. En cambio, apeló a un valor agregado que tenía respecto de todos sus predecesores: la cercanía generacional con sus jugadores.

Para la tarea se acompañó, además, de otros contemporáneos: Roberto Ayala, Walter Samuel y Pablo Aimar, compañeros de sus épocas como jugador de José Pekerman, y cultores de su misma filosofía de trabajo. Con esas armas emprendió el recambio necesario.

En la defensa salieron históricos como Marcos Rojo y Gabriel Mercado, se potenció a Otamendi y a Tagliafico, acaso de los pocos rendimientos aceptables de la era Sampaoli, y se sumaron Marcos Acuña, Nahuel Molina y Gonzalo Montiel.

Para la tarea se acompañó de Roberto Ayala, Walter Samuel y Pablo Aimar, compañeros de sus épocas como jugador de José Pekerman.

Si en la zaga llegaron nombres nuevos, en el mediocampo el recambio fue literalmente completo. Mascherano y Biglia, dupla de mil batallas, así como Ever Banega cerraron su ciclo en la Albiceleste y llegaron Rodrigo de Paul, Leandro Paredes y Giovani Lo Celso.

Y adelante, la partida de Gonzalo Higuaín luego de tres mundiales, le abrió la puerta a Lautaro Martínez. Hasta el propio Ángel Di María estuvo con un pie afuera hasta que elevó su nivel para convencer al nuevo técnico de que aún tenía resto para darle al equipo.

Desde esos nombres, Scaloni se abocó a construir una selección que potenciara a Messi, el único inamovible, pero que no dependiera de él. Algo utópico al principio que luego fue tomando forma.

Los primeros gestos se vieron en la Copa América de 2019. Allí comenzó a tomar forma el juego de Argentina que, si bien perdió con Brasil en semifinales, dejó buenas sensaciones.

Pero también comenzó a notarse un estilo de liderazgo: si con Passarella, Bielsa, Maradona o Sampaoli, la noticia era siempre el técnico; con Scaloni lo fueron los jugadores. Su perfil bajo y su discurso medido tranquilizaron al equipo y ese orden se trasladó a todos los planos.

Y el trabajo no solo se ciñó al presente, también al futuro: con la coordinación de Bernardo Romeo, compañero de Scaloni en Estudiantes y en los juveniles de Pekerman, se abrió un departamento de scouting para captar a los talentos argentinos que se van cada vez más jóvenes a Europa. Ese equipo hoy monitorea a 302 futbolistas nacidos entre 2001 y 2011 que son seguidos de cerca por AFA.

Las eliminatorias fueron consolidando el estilo y la liberadora Copa América de Brasil, donde Argentina cortó una racha de 28 años sin títulos, le adicionó al trabajo del entrenador la siempre necesaria dosis de fortuna que todo equipo necesita.

La Copa América de Brasil le adicionó al trabajo del entrenador la siempre necesaria dosis de fortuna que todo equipo necesita.

Y cuando los planetas se alinean hasta aparecen los tapados: los tuvo Bilardo con Nery Pumpido, el ‘Tata' Brown y Héctor Enrique en 1986, los tiene hoy Scaloni con ‘Dibu' Martínez, el ‘Cuti' Romero y Enzo Fernández, columnas vertebrales de este equipo que estaban fuera del radar futbolero hace un año.

Sebastián Wainraich popularizó durante 2022 ‘Fútbol o Muerte', un segmento de su programa radial que satiriza el exitismo argentino bajo el lema "ganar es vivir, perder es morir". Cualquiera hubiera sido el resultado este domingo, estaba claro que Scaloni ya ganó: no solo por su estilo y por el equipo que construyó, sino porque logró, además, volver a enamorar al pueblo futbolero que se había alejado de la Selección y refugiado en sus clubes. La celeste y blanca volvió a ser un imán, tanto que no se consiguen camisetas por ningún lado.

Y si en el fútbol, un asunto de primer orden para los argentinos, se pudo construir algo exitoso desde la seriedad y el orden, por qué no pensar que pueda hacerse lo mismo en otros ámbitos del quehacer nacional.

Eso con toda seguridad ya no dependerá de Scaloni pero quizá, para variar, en este país en constante refundación, su ejemplo pueda tomarse en cuenta.

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