La sucesión presidencial en América del Sur, entre “delfines y “tiburones
Los comicios celebrados en Bolivia el 18 de octubre pasado adquieren particular relevancia no sólo por la vuelta del Movimiento al Socialismo-MAS al poder, sino también por la abultada diferencia entre la fórmula ganadora Luis Arce-David Choquehuanca y el binomio Carlos Mesa-Gustavo Pedraza finalmente segundo en la carrera, de 27 puntos. En efecto, esta diferencia permite dilucidar algunas cuestiones al tiempo que abre algunos interrogantes.
El dato más contundente en primera instancia es el retorno de votantes del MAS, desencantados en el último tiempo con el ex presidente Evo Morales. A través de una estratégica selección de candidatos el ex mandatario -exiliado en Argentina- ungió a quien fuera su ministro de Economía, Luis Arce, como cabeza de fórmula y al líder indígena, David Choquehuanca como compañero de la misma.
La figura de Arce, fácilmente asociada con el crecimiento sostenido de la economía boliviana durante 12 años, operó como un factor decisivo reforzado por los pobres resultados de gestión durante el interinato de Jeaninne Añez, a la vez que su perfil más académico e institucional le permitió hacer pie en los segmentos más volátiles de la clase media.
Por su parte, la selección de Choquehuanca tuvo como objetivo garantizar la representación de los movimientos sociales indígenas en el gobierno, configurando de este modo un binomio que pretendió reaglutinar a sectores sociales que en un momento se bifurcaron, e incluso se agrietaron internamente como sucedió dentro de los movimientos indígenas. El éxito evidente que esta estrategia mostró en las urnas permite vislumbrar no obstante algunas dificultades que el electo presidente tendrá que saber administrar en el orden interno.
Una de las principales dificultades/incógnitas es acerca de la relación futura entre el presidente electo Luis Arce con su “gran elector ; al respecto, no escasean en América del Sur situaciones conflictivas entre un presidente saliente con alta concentración de poder y un candidato por él ungido, una vez que éste gana la elección. Álvaro Uribe Vélez en Colombia y Rafael Correa en Ecuador terminaron enemistados fuertemente con sus respectivos delfines. Efectivamente, tanto Juan Manuel Santos como Lenin Moreno Garcés marcaron distancia de forma inmediata apenas asumieron el poder, valiéndoles una confrontación directa y polarizante con quienes habían sido sus mentores.
De esta manera nos encontramos con ex presidentes que, habiendo fundado partidos gobernantes, abandonan esas estructuras para desplegar estrategias de oposición, reconfigurando así el escenario político e institucional.
La experiencia de la sucesión presidencial en Brasil representa un caso opuesto a los dos anteriormente citados. En efecto, la sucesión Lula Da Silva-Dilma Rousseff en el año 2011 fue cooperativa y en ningún caso la “delfina procuro desplegar un liderazgo refundacional. Por su parte, el ex mandatario una vez retirado de la primera plana institucional mantuvo el control del partido gobernante del cual continuó siendo el líder indiscutido, a la vez que procuró no eclipsar la figura de su sucesora en el ejercicio del poder. En oposición al accionar de Álvaro Uribe y Rafael Correa, Lula Da Silva volvió a levantar el perfil público en defensa de su sucesora cuando la iniciativa de juicio político contra Dilma Rousseff ya estaba en curso.
Un caso aparte son Argentina y Venezuela, en donde Cristina Kirchner y Nicolás Maduro apelaron a la continuidad y profundización de lo realizado por sus mentores, a la vez que modificaron sus lógicas de acción, valiéndose en ambos casos de una suerte de “mística del difunto en la que las figuras de Néstor Kirchner y Hugo Chávez reaparecían discursivamente como mitos aglutinadores.
En el caso venezolano, la radicalización de la denominada “Revolución Bolivariana iniciada por Hugo Chávez Frías se plasmó en la primacía de las Fuerzas Armadas como actor político y principal sostén del presidente. Sumado a ello, debe remarcarse el mayor peso relativo que en esta etapa también adquieren las milicias gubernamentales. Por su parte la ex mandataria argentina, una vez fallecido Néstor Kirchner, se recostó sobre la militancia organizada bajo la etiqueta “La Cámpora , rezagando a los cuadros tradicionales del Partido Justicialista otrora priorizados por el difunto ex mandatario.
¿Será Luis Arce un émulo de Lenin Moreno o Juan Manuel Santos (delfín que muta a tiburón), una continuación como Dilma Rousseff (delfín que actúa como delfín), o una ruptura con continuidad como Cristina Fernández de Kirchner y Nicolás Maduro (tiburón que actúa como delfín)?
Es un escenario complejo.
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