Bloomberg Businessweek

Por qué Estados Unidos está apurado en aumentar su reserva de metales y los busca en el Congo

La Casa Blanca quiere formar una cadena de abastecimiento de minerales críticos que esté a salvo de China

Los informados lo comparan con un "botón antipánico". Por más de 80 años, una tarea básica de la Reserva Nacional de la Defensa (NDS, sus singlas en inglés) consistió en mantener equipadas a las Fuerzas Armadas estadounidenses con materias primas para protegerlas de problemas de abastecimiento.

Por eso, cuando el año pasado China sorprendió a los mercados al restringir las exportaciones de dos metales industriales específicos, funcionarios de alto nivel del organismo controlado por el Pentágono, más otros en la Casa Blanca, debieron afrontar una realidad incómoda: el botón antipánico ya no servía. Esa comprobación desató otro tipo de alarma en Washington.

Un funcionario de alto rango del gobierno de Joe Biden que habló a condición del anonimato, admite que la decisión de Beijing de limitar las exportaciones de galio y germanio provocó escozor en la Casa Blanca, y se agregó a los pedidos urgentes para que Washington se enfrente al dominio chino de la cadena mundial de abastecimiento de metales.

Extraídos en pequeños volúmenes a la par de otros minerales, el galio y el germanio se utilizan en la producción de todo tipo de cosas, desde satélites militares a misiles o anteojos de visión nocturna. Esta vez se evitó la crisis porque en noviembre China levantó las restricciones. De todos modos, el episodio llamó la atención respecto de las reducciones presupuestarias que contrajeron las reservas estratégicas en la RDS a mínimos históricos. Ex funcionarios de la Agencia de Logística para la Defensa (DLA) del Pentágono, que administra esas reservas, indican que el país afronta graves faltantes en materias primas necesarias para ejecutar la transición desde los combustibles fósiles. "Literalmente, es el peor momento para descubrir que no funciona el botón", ironizó un ex veterano del sector de la reserva en el Departamento de Defensa, que también pidió mantener el anonimato.

Bloomberg News llevó adelante una treintena de entrevistas con industriales del sector, funcionarios y políticos que arrojan luz sobre los intentos norteamericanos de crear una cadena de provisiones alternativas y al margen de China. Hubo funcionarios que recorrieron el mundo negociando acuerdos con aliados clave, mientras entre bambalinas diplomáticos estadounidenses invitaban a las mineras occidentales a aumentar las inversiones en el Congo, rico en cobre y cobalto, y donde la producción está dominada por China. El gobierno de Biden también quiere unir fuerzas con la Unión Europea para impulsar los esfuerzos de cara a conseguir algún dominio sobre la provisión mundial, al tiempo que destina miles de millones de dólares a proyectos en su territorio para expandir la extracción y la capacidad de refinamiento.

Aun así, el dominio de Beijing se mantiene imperturbable. Hasta ahora han sido limitados los resultados tangibles de Estados Unidos, y directivos de algunas de las principales compañías mineras del mundo expresan frustración ante lo que ven como la falta de una estrategia coherente en busca de minerales críticos. Otros ejecutivos instaron a Washington a imitar a Beijing y desarrollar un programa de acumulación más ágil, que al mismo tiempo proteja a los productores frente a la escasez y cubra a los productores de la caída de los precios.

Sostienen que se podría conseguir un éxito fácil reorganizando la DLA para que acelere las adquisiciones en momentos en que los precios de los metales para baterías están bajando. Estas rebajas llevaron a algunas mineras occidentales a recortar la producción, una tendencia que plantea preocupaciones acerca de la seguridad de los recursos a largo plazo, a pesar de que se enfría la demanda de vehículos eléctricos.

Algunos gobernantes norteamericanos parecen prestar atención. En diciembre el Congreso aprobó una nueva Ley de Autorización para la Defensa que confiere mayor libertad al organismo para hacer compras a largo plazo sin la aprobación legislativa. También garantiza unos US$ 1000 millones anuales en financiamiento futuro.

"Es el próximo capítulo en la discusión sobre cómo EE.UU. puede crear su propio abastecimiento seguro", opina Todd Malan, director de asuntos externos en Talon Metals Corp., que desarrolla una mina de níquel, cobre y cobalto en Minnesota. "En esos mercados podremos ver el gran impacto que tendrá el gobierno norteamericano si aparece como un comprador estratégico".

Un derrumbe del 60 por ciento en los precios del cobalto en los últimos dos años reveló los puntos débiles de la estrategia de Washington. Beijing se valió de esta caída para comprar volúmenes récord del metal el año pasado. Para concretar una compra similar la DLA habría tenido que presentar un pedido de adquisición al Congreso, que a veces demora hasta un año. Las reformas aprobadas el año pasado deberían agilizar ese proceso.

La nueva ley también permite que la DLA llegue a acuerdos de provisión a largo plazo con refinerías nacionales. Varias compañías trabajan para construir plantas de refinado de minerales críticos, pero la extrema volatilidad de los mercados dificultó la recaudación de fondos.

"Ahora mismo el obstáculo es que hay relativamente poca inversión en el campo", declaró en noviembre a Bloomberg José Fernández, subsecretario de crecimiento económico, energía y medio ambiente en el Departamento de Estado, refiriéndose a los esfuerzos por asegurarse materias primas. "Tenemos cadenas de suministros que están dominadas por uno o dos países. Deberíamos poder galvanizar al sector privado con nuestras gestiones".

Pero los productores nacionales siguen afectados por la caída de precios. La única mina importante de cobalto en Estados Unidos lleva casi un año paralizada. Perteneciente a la minera australiana Jervois Global Ltd., la instalación de Idaho podría comenzar la producción en cuestión de semanas, pero para ello necesitaría que el precio del cobalto se duplicara hasta los US$ 25 la libra, o que un respaldo adicional del Gobierno justificara terminar la construcción, precisó su director ejecutivo, Bryce Crocker. "Si alguien quiere comprarnos el cobalto -si el Gobierno quiere sostener el precio, o si un cliente como una automotriz quiere poner algún tipo de piso en el precio-, todo eso podría funcionar", declaró Crocker y agregó que en Washington "se habla mucho más en serio (de la reserva) que antes".

Un informe de 2021 de la Fundación Heritage calculó que el valor ajustado por inflación de las reservas de la NDS tuvo un pico de US$ 42.000 millones al comienzo de la Guerra Fría en la década de 1950. A marzo de 2023, la cantidad de material acumulado rondaba apenas los US$ 912 millones, según el Servicio de Información del Congreso.

Crítico para motores de avión y baterías de VE, el cobalto ha sido por décadas motivo de ansiedad para la defensa norteamericana. A mediados de los años ‘90 la DLA contaba con unas 20.000 toneladas del metal en reserva, suficientes para cubrir la demanda nacional estadounidense durante tres años, señalan archivos del Departamento de Defensa. Pero con las reducciones presupuestarias, el cobalto fue uno de los primeros metales que la DLA vendió para equilibrar sus cuentas. Y a pesar del debilitamiento de la demanda de VE, hasta los más pesimistas prevén que la demanda de cobalto superará a la oferta hacia finales del decenio.

"Veinte años atrás le dije al director de la DLA que le estábamos comprando todo el cobalto y que en algún momento se lo venderíamos de vuelta", recuerda Mark Kristoff, CEO de la agencia especializada en metales Traxys S.A.

En 2021, la DLA recibió una inyección de US$ 1000 millones de parte del Congreso cuando el Departamento de Defensa advirtió que, a falta de nuevas inversiones, todo el programa de reservas llegaría a un punto de quiebre en 2025.

Pronto los funcionarios de la DLA comenzaron a aparecer en conferencias de minería y hacer consultas discretas sobre la compra de grandes volúmenes de cobalto. Ello disparó sospechas entre los operadores en cuanto a que el Pentágono se disponía a ser una vez más un gran comprador estratégico. Al mismo tiempo, funcionarios del Departamento de Estado viajaron por Sudamérica, África y el sudeste de Asia tratando de establecer vínculos con países ricos en minerales críticos, comentan directivos del sector. Se acercaron a operadores de materias primas y empresas privadas para preguntarles en qué medida las grandes mineras occidentales podrían volver a países abundantes en minerales como el Congo.

Este frenesí de actividad estuvo impulsado por el temor a que la inactividad podría dejar expuesta a la industria militar norteamericana a crisis periódicas en el abastecimiento, y permitir que Beijing reforzara su dominio sobre metales clave, acotan personas que conocen el proceso.

Los intentos norteamericanos por reforzar el suministro de cobalto se concentraron hasta ahora en gestiones de alto nivel en el Congo, que representa el 70 por ciento de la producción mundial. El país suministró a la DLA grandes volúmenes de cobalto en la Guerra Fría, así como la mayor parte del uranio del Proyecto Manhattan que fabricó la bomba atómica en 1945.

Pero en las últimas dos décadas, muchas compañías mineras abandonaron ese país debido a problemas como, incautación de activos y casos de corrupción por miles de millones de dólares, cimentaron la reputación del Congo de ser una de las jurisdicciones mineras más peligrosas del planeta. Ahora los EE.UU. trata de persuadirlas para que inviertan allí, pero los avances se vieron entorpecidos por las sanciones de Washington a Dan Gertler, el magnate minero que hasta hace poco tenía vastos intereses en el país africano. Gertler recibe regalías de los tres principales productores de cobalto no chinos del Congo.

Cualquier arreglo para comprar o vender proyectos, o los materiales que produzcan requeriría que los EE.UU. habilitara algún tipo de solución alternativa, de modo que las firmas no queden en tratos con una persona sancionada.

La posibilidad de que Gertler, quien negó cualquier irregularidad, se beneficie de los mismos contratos que provocaron las sanciones en su contra ya ha sido cuestionada por grupos anticorrupción congoleses e internacionales. "Entendemos que la minería tiene una historia accidentada -admitió Fernández, del Departamento de Estado-. Nuestro objetivo es mejorarla".

En 2016, tras un año de caídas en el precio de las materias primas, Freeport-McMoRan Inc. vendió su porción mayoritaria en la mina de cobalto y cobre Tenke Fungurume, una de las más abundantes del mundo, a la rival china CMOC Group. En 2020, vendió su último activo congolés a CMOC, que desde entonces la convirtió en la mayor mina de cobalto del planeta.

Ahora se enviaron funcionarios estadounidenses a convencer a la gente de que los tiempos han cambiado. Helaina Matza, quien supervisa el programa de inversiones mundiales en infraestructura de Biden, visitó varios proyectos mineros en el Congo en octubre de 2023. Y ha trabajado con el principal asesor del presidente en energía e inversiones, Amos Hochstein, para cortejar a las compañías mineras y alentarlas a financiar activos de cobre y cobalto en la región. Entre los socios potenciales hay varios fondos de riqueza soberana y TechMet Ltd., una crucial compañía de inversiones en minería que cuenta entre sus accionistas a la Corporación de Financiamiento al Desarrollo Internacional del gobierno estadounidense. Washington también accedió a financiar parte del proyecto de US$ 2300 millones para reconstruir y expandir un corredor ferroviario que vincula el cinturón del cobre en Zambia y el Congo con el puerto de Lobito, en la costa atlántica de Angola.

Los directivos aceptaron el interés renovado de Estados Unidos en países como el Congo, pero algunos ven que Washington es demasiado displicente, y alegan que la estrategia del Gobierno parece confusa y a veces improvisada. La transformación de las redes mundiales de suministros se perfila como una negociación compleja entre compañías, financistas y gobiernos, acota Hochstein, quien sostienen que las gestiones del Gobierno empiezan a dar frutos. "Las empresas que hace 12 o 18 meses me decían que no había ninguna posibilidad de invertir en África o tal país de América central o del sur, ahora me piden un minuto para conversar y dicen interesarse", relató.

La división de Materiales Estratégicos de la DLA tiene unos 80 empleados y administra tres de los seis depósitos del Departamento de Defensa que almacenan algunos de los 66 materiales, del aluminio al circonio, que Estados Unidos juzga críticos para la seguridad nacional. Las compras las maneja un pequeño equipo que viaja por Estados Unidos y Europa asistiendo a pequeñas conferencias arrumbadas en salones perdidos de hoteles de Florida o Praga.

Y aunque la reforma a la Ley de Autorización de la Defensa Nacional implica que el organismo ya no precisa de la autorización del Congreso para comprar o vender materiales, persisten algunas trabas legislativas. La reserva debe recibir un visto bueno para hacer compras y renovar el financiamiento de la DLA, algo que no está garantizado con un Congreso ultradividido y un posible segundo mandato de Donald Trump. El Departamento de Defensa, que no respondió a pedidos de comentarios, todavía no ha aplicado las nuevas medidas.

Algunos en el sector afirman que el modelo de reservas de Estados Unidos debería imitar el de la Dirección Nacional de Reservas Estratégicas y de Alimentos de China, conocida por lo general como Oficina de la Reserva Estatal (ORE). "La ORE siempre tuvo la paciencia de intervenir en el mercado cuando bajaban los precios", explica Tony Southgate, trader de cobalto en Stratton Metal Resources Ltd., de Londres. "Y muy rara vez erran en el momento".

Su estrategia de compras es secreto de estado. Pero antes de su más reciente compra de cobalto, la ORE convocó a los productores a una reunión en Beijing, donde en una tarde fijaron el precio y la magnitud de la operación, indican personas al tanto del tema. El costo total de las compras del año pasado -unos US$ 270 millones con precios al contado- apenas supera lo que sería un error contable frente al presupuesto anual chino de defensa de US$ 270.000 millones, o al de Estados Unidos, que ronda los US$ 850.000 millones.

Mientras el gobierno de Biden empeña miles de millones de dólares en minas, refinerías y otros proyectos para sostener la transición energética, los partidarios de la reserva recuerdan que para apuntalar las existencias estratégicas del país se precisarían sumas pequeñas en comparación: unos US$ 600 millones bastarían para dos años de compras de galio, germanio y cobalto. "Tenemos que emplear la reserva nacional de defensa como hacemos con la reserva de petróleo", comentó Greg Wischer, directivo en la consultora de Washington Dei Gratia Minerals, aludiendo a los depósitos de petróleo de emergencia que maneja EE.UU.."Es más fácil aumentar las reservas que poner en marcha proyectos que llevan años o décadas".

Wischer agrega: "La acumulación es un arma muy potente para sostener la transición energética en Estados Unidos".

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