Bloomberg BusinessweekExclusivo Members

Elon Musk en modo lucrativo: cuáles son los planes del multimillonario y qué le pide al gobierno de Trump

Elon Musk jugó un rol clave en la campaña electoral de Trump: inyectó más de u$s 130 millones y un ejército de jóvenes votantes. Qué pide a cambio y cuánto podrá durar la relación entre ambos.

En la tarde del día de la elección en Estados Unidos, Elon Musk pasó por su centro del votación en el sur de Texas, luego se dirigió en uno de sus aviones a lo que esperaba iba a ser la fiesta de la victoria de Donald Trump en el Club Mar-a-Lago de Palm Beach, Florida. Por el camino organizó un acto político improvisado, un stream en vivo en su red social X. "Sólo quedan unas pocas horas", decía Musk mientras zumbaban los motores y unas 100.000 personas lo escuchaban. "Así que asegúrense de que todos lleven a amigos y familiares a votar, votar, votar".

Antes de 2024 Musk dirigía seis compañías: Tesla (autos eléctricos), SpaceX (cohetes), Neuralink (implantes cerebrales), BoringCo (túneles), xAI (chabots de inteligencia artificial) y X (Twitter). Pero en mayo agregó una séptima, America PAC, un comité de acción política que se las ingenió para gastar unos u$s 170 millones entre aquel mes y la elección.

Más sorprendente fue la manera en que Musk se lanzó en persona a la campaña. Su mudó de manera temporal a Pennsylvania, estado por el que viajó y donde organizó sesiones de preguntas y respuestas en auditorios suburbanos, además de transformar su presencia en X en una operación derechista de respuesta rápida. Muchas de las bromas que hacía circular eran sexistas o racistas, o sexistas y racistas. En los últimos días de la campaña, buena parte de sus publicaciones en su red social manifestaban su indignación ante la eliminación de la ardilla mascota de un actor porno.

Esta mezcla de humor transgresor y comportamiento descarado, típica de Musk, rindió sus frutos tal vez porque en Trump encontró un candidato que igualaba a la perfección esos rasgos. El día de la elección el expresidente sometido dos veces a juicio político y condenado por 34 cargos pudo contar con su habitual base de votantes blancos y adultos, pero agregó un nuevo electorado más joven, más diverso y mayormente masculino. En otras palabras, la clase de tipo al que le gusta Elon Musk. "Lo que hizo fue bajar la barrera para convertirse en partidario de Trump", opina Josiah Gaiter, vicepresidente en la agencia de marketing político Harris Media. Entre los hombres jóvenes "ahora está bien que te guste Trump".

"Los demócratas tienen a casi todos los famosos -protestaba Musk en el streaming en vivo-. Tienen un favoritismo enorme en los medios de comunicación tradicionales". Agregaba que los políticos demócratas estaban importando deliberadamente "ilegales" para "inundar de votos los estados indecisos de modo que ya no haya una verdadera elección". Esa era una afirmación como mínimo engañosa, al igual que mucho de lo que había dicho Musk en los últimos dos años. Los inmigrantes que denigraba en su teoría conspirativa no son "ilegales", sino asilados que se encuentran de manera legal en los Estados Unidos, que pagan impuestos y que, desde luego, no pueden votar.

Musk obviamente no es un desvalido. Su alianza con Trump es, por lo pronto, una historia en común entre dos ganadores, tal vez la más grande que se haya conocido, que une a un multimillonario dominante con tendencias demagógicas con otro multimillonario igualmente dominante que, además, es el hombre más rico del mundo. También es una historia en torno al dinero. 

No conocemos la magnitud plena del aporte financiero de Musk a la campaña electoral de Trump, pero al menos superó los u$s 130 millones y podría haber llegado a los US$ 200 millones si se tiene en cuenta todo. ¿Cuánto de eso dará dividendos en los próximos cuatro años? En los primeros tres días posteriores a la elección, el valor de Tesla subió un 25 por ciento, debido a la expectativa de que la proximidad con el presidente hipertransaccional se traducirá en ganancias formidables. Ese crecimiento contribuyó a elevar en US$ 50.000 millones el patrimonio personal de Musk, por lo que ahora ronda los US$ 300.000 millones.

Trump ya le ha prometido alguna devolución: contratos por cohetes para una nueva misión a Marte, normas que reducirían la competencia del inminente servicio de robotaxis de Musk, además de un papel en su gobierno decidiendo cuáles programas estatales serán eliminados y cuáles continuarán. Trump y Musk denominaron "Departamento de Eficiencia Gubernamental" a esa hipotética cartera, nombre que deriva de la afinidad de Musk por el acrónimo DOGE, que corresponde al de su criptomoneda favorita. "Es un tipo especial, un supergenio -dijo Trump refiriéndose a Musk en el discurso de la victoria-. Tenemos que proteger a los supergenios".

Pronto tal vez circule un término más preciso para denominar a Musk: oligarca. Y no sólo podría aplicarse a él sino también a Jeff Bezos, Sam Altman, Sundar Pichai, Satya Nadella y otros de los caciques empresarios que después de la elección adoptaron poses que van desde la adulación sonriente a la humillación descarada con la esperanza de obtener lo que quieren de Trump. Entre sus temas predilectos figuran una actitud más favorable a las fusiones (Nadella, Pichai), un toque más suave en las regulaciones de la IA (Altman) y eludir las represalias por informaciones aparecidas en publicaciones propias (Bezos).

¿Darán fruto esos esfuerzos? Los antecedentes de Trump no inspiran confianza, y la ola de cancelaciones que afectó al Washington Post, que perdió el 10 por ciento de sus suscriptores a los pocos días de que el diario retirara su respaldo a Kamala Harris, insinúa un rechazo que no percibieron plenamente ni los directivos ni los inversores que apostaron a los papeles de Tesla.

En los días posteriores a la elección, Trump y Musk parecieron surcar la más intensa de las relaciones de contacto. Musk de hecho se instaló con el círculo íntimo de Trump en Mar-a-Lago, apareció en fotos familiares y participó de comunicaciones con líderes mundiales. Hasta ahora el presidente electo ha tratado a Musk como un trofeo y un confidente, sin preocuparse de las cuestiones de seguridad nacional que derivan de, por caso, de ponerlo al teléfono con el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski (aunque al parecer Musk ha estado en contactos secretos con el líder ruso, Vladimir Putin), o de haber amenazado con el retiro de la OTAN en respuesta a los intentos europeos de regular a las empresas de Musk.

A todo esto, el empresario siguió con su tormenta de tuits pro-Trump, insinuando que podría despedir al 80% de los empleados públicos o abolir el Departamento de Educación; amplificando publicaciones que declaran que la Reserva Federal es inconstitucional, o proclamando que "Papá está en casa".

Es una exuberancia maníaca que ciertamente no puede prolongarse, y que no debería prolongarse si Trump tiene alguna esperanza de gobernar de manera efectiva.

 Regreso a tierra de un cohete Space X en octubre.

Musk es un buen orador con pies rápidos. También tiene una comprensión instintiva del perfil de los hombres jóvenes, tal vez porque en muchos aspectos se comporta como un adolescente. Eso podría enfrentarlo con analistas o inversores que no creen que el ruido de las flatulencias o los números 420 o 69 sean joyas de la comedia, y que no alcanzan a comprender que para Musk y sus admiradores, la diversión está en la falta de tacto.

También podrían costarles comprender que, si bien X es un fracaso empresario, ha sido un resonante triunfo político. Musk tomó una red social modestamente popular y la transformó en una plataforma de distribución de medios y memes derechistas, además de una cantidad no pequeña de verdaderos supremacistas blancos. Esto expulsó a usuarios y avisadores y derrumbó en un 80 por ciento el valor de la compañía desde la adquisición en 2022

Pero X sigue teniendo una audiencia grande y juvenil que se interesa por Trump, por el deporte, por los videojuegos y las cripto, y que no necesariamente se siente abrumada por la ausencia de Sara Bareilles, Toni Braxton o la NPR (radio pública). Un estudio en noviembre de la encuestadora YouGov Blue, que trabaja para grupos de izquierda, detectó que los hombres entre 18 y 29 años se informan mayormente en redes sociales y que X es el canal más popular, por delante de YouTube y TikTok.

Musk pensaba en ese sector cuando empezó a financiar el America PAC. La organización tenía tres objetivos básicos para ayudar a Trump: empadronar votantes nuevos, alentar a los simpatizantes a votar temprano, y movilizar a los que tal vez no hubieran ido a votar. Desplegó activistas pagos en vez de voluntarios e hizo fuertes gastos en correo directo y avisos en redes sociales adaptados a las sensibilidades desbordantes de esa audiencia. 

Un corto de 15 segundos empezaba con un joven de barba recostado en un sofá. "Si te quedas sentado, Kamala y sus delirantes van a ganar", decía una voz ronca antes de calificar a Trump como un "macho norteamericano". Otro aviso advertía que Harris iba a prohibir las camionetas, la carne roja y las bolsitas de nicotina. Otro más decía que Harris es "una vieja C" (donde "C" se refiere a "comunista", aunque en inglés también alude a un insulto de contenido sexual).

Los primeros días del PAC fueron caóticos. Evocando antiguas quejas de empleados de Tesla y SpaceX, los contratistas protestaban por casos de facturas impagas, decisiones erráticas e infracciones a las prácticas laborales comunes. Y aun así Musk fue admirablemente productivo: por lo general las campañas políticas tardan años en asentarse, pero en el transcurso de unos meses sus directores en los estados contrataron un ejército de 2.000 personas

Andrew Romeo, ex consejero del gobernador de Florida, Ron DeSantis, se ocupó de Carolina del Norte. David Rexrode, quien trabajó con el gobernador de Virginia, Glenn Youngkin, supervisó Pennsylvania y Michigan. Chris Carr, el director político de Trump en 2020, se hizo cargo de Arizona y Nevada. La mayoría de los jefes de campaña tratan de economizar dinero enviando sus activistas a golpear puertas en zonas densamente pobladas, donde pueden visitar la mayor cantidad posible de casas. Pero una persona al tanto de las actividades del PAC, que pidió el anonimato porque no está autorizada a hablar en público, afirma que el financiamiento de Musk permitió que los directores en los estados despacharan gente a sectores rurales, donde Trump pudo incrementar su caudal de votos. El PAC llegó a golpear 11 millones de puertas, agregó esta fuente.

Musk también gastó con liberalidad en otros sentidos. Cuando una campaña alquila una lista de contactos para mandar mails y mensajes a votantes potenciales, por lo general no gasta más de 10 dólares por cabeza. Musk armó su propia lista de la nada. Ofrecía US$ 47 a todo el que presentara un petitorio de America PAC a votantes empadronados en estados indecisos; el petitorio solicitaba que incluyeran su dirección de mail y el número de celular. 

Luego Musk elevó a US$ 100 la oferta en el caso de votantes en Pennsylvania. Más tarde anunció que todos los días sortearía US$ 1 millón entre los que hubieran firmado el petitorio. Se alegó que la oferta infringía la ley y provocó una demanda de parte del fiscal de Philadelphia, que fue denegada justo antes del día de votación, pero al mismo tiempo generó repercusión en los medios. Al final el petitorio de Musk juntó un millón de firmas. "Una buena cifra", observa Gaiter, de Harris Media. "Podría usarse en elecciones de consejos escolares, tesoreros estatales, fiscales de distrito". (En su transmisión en vivo, Musk indicó que tal es su plan, más o menos. Aseguró que America PAC "apuntará a influir fuerte en las elecciones de mitad de mandato").

Pero la jugada más importante de Musk fue haber inyectado su marca personal en la campaña del PAC. El 5 de octubre apareció en público en un acto de Trump en Butler, Pennsylvania, el mismo lugar en el que el ex presidente sobrevivió a un intento de asesinato. No solo habló: saltó por el aire, se puso una gorra MAGA negra y declaró que era un "MAGA oscuro". (La campaña de inmediato adoptó la frase, que quiere decir algo así como que está "tan enamorado de Trump que asusta"). 

Luego Musk celebró una serie de asambleas comunitarias por todo Pennsylvania, atrayendo a audiencias jóvenes que lo siguen a él pero que no necesariamente sabían mucho de Trump. Y el 27 de octubre se mostró en el acto de Trump en el Madison Square Garden, en Nueva York, donde tuvo una mejor ubicación que el compañero de fórmula de Trump y sus hijos.

El día previo a la elección Joe Rogan, el conductor del podcast más popular de Estados Unidos, hizo una entrevista con Musk, como lo había hecho con Trump una semana antes. "Este mensaje es para los hombres -expresó Musk mientras Rogan asentía-. Vayan a votar como si sus vidas dependan de hacerlo". Rogan, quien en 2020 había respaldado a Bernie Sanders, se declaró partidario de Trump y dejó en claro que se había decidido gracias a Musk. "El grande y poderoso Elon Musk", escribió luego en X. Musk "formula la mejor defensa de Trump que vayas a escuchar, y coincido con él en cada punto".

Musk no fue el único hombre acaudalado que vio crecer su patrimonio neto en los días posteriores al triunfo de Trump. Entre los grandes ganadores hay inversores de compañías de cárceles privadas, emprendedores de las cripto y productores de energía nuclear. La idea detrás de esas "operaciones Trump" (comprar activos anticipando el triunfo del republicano) era la siguiente: las cárceles privadas se beneficiarán si Trump detiene y deporta a millones de inmigrantes; el valor de las cripto subirá si Trump crea la prometida reserva estratégica en Bitcoin, y las compañías nucleares medrarán con la idea de Trump de construir nuevos reactores.

Algunos aspectos de las operaciones personales de Musk en relación con Trump siguen la misma pauta. Durante la campaña, Trump insinuó que su gobierno financiará el plan de Musk de organizar una misión tripulada a Marte hacia 2028, una propuesta que podría significar miles de millones, sino decenas de miles de millones de dólares para Space X, que ya lanza cohetes para la NASA y el Departamento de Defensa.

Un rédito potencialmente más directo implica a Starlink, el servicio de Internet satelital que pertenece a SpaceX. Musk se ha quejado abiertamente de que lo dejaron afuera del programa de subsidios por u$s 42.500 millones aprobado en el mandato del presidente Joe Biden que solventa ancho de banda de fibra óptica en zonas rurales. En vez de usar el dinero para colocar la fibra, el gobierno podría darle una parte a Musk, dice Blair Levin, de New Street Research, una firma de investigaciones en telecomunicaciones. El dinero que Musk no gaste podría volver al Tesoro estadounidense en nombre de la eficiencia.

Otras partes de las apuestas de Musk con Trump son tan especulativas que bordean lo extravagante. La suba de las acciones de Tesla parece impulsada por la suposición de que Trump legalizará unilateralmente el plan de robotaxis de la compañía, una idea formulada por Musk en la más reciente comunicación de ganancias, semanas antes de la votación. "Si hay un Departamento de Eficiencia Gubernamental, procuraré contribuir a que ello ocurra", dijo antes de agregar que las normas se aplicarían a todas las automotrices, no sólo a Tesla. El problema es que todavía Tesla no desarrolló un robotaxi operativo, y ni siquiera dio indicios de que esté cerca de conseguirlo.

Por otro lado, aunque muchos inversores de Tesla encajan con el perfil de los votantes de Trump o los admiradores de Musk, las personas que compran los autos eléctricos de Musk suelen ser centristas de clase media que se preocupan por el cambio climático. En la última presidencia de Trump, los clientes de Tesla respondieron a la prohibición impuesta a la inmigración de musulmanes mediante la cancelación de sus pedidos, y eso que entonces Musk sólo tenía un vínculo tangencial con el gobierno de Trump. Parece probable que esta vez el rechazo será más fuerte.

Y luego está la relación personal entre Musk y Trump. Prácticamente todos los líderes empresarios influyentes que estuvieron cerca de Trump con el tiempo terminaron expulsados de su órbita de manera humillante. La duración de ese período es tan breve que hasta tiene una denominación en broma, un "Scaramucci", en alusión a los diez días de 2017 que duró como secretario de Prensa de la Casa Blanca Anthony Scaramucci, inversor y antiguo confidente del mandatario. "Ahora mismo Elon Musk y otros están en el momento dichoso con Donald Trump", dijo el propio Scaramucci en una entrevista radial a comienzos de noviembre. "Pero luego llegará el momento del Hades. Solo es cuestión de tiempo".

Incluso si Musk dura más que un puñado de Scaramuccis, y si sus compañías logran soportar el boicot de los consumidores, ni Musk ni Trump son tremendamente populares (un sondeo de NBC News de fines de septiembre ubicaba la popularidad de Musk en el 34%; al 11 de noviembre, el cotejo de sondeos de FiveThirtyEight fijaba la de Trump en el 44%). Y eso antes de los aranceles y las deportaciones. Si Trump quiere honrar la promesa de Musk de reducir al menos u$s 2 billones del presupuesto federal, casi con seguridad tendrá que aplicar recortes en la Seguridad Social y en algunos de los programas estatales más populares. Ello generará una oposición feroz, no sólo de los demócratas sino también de los republicanos, cuyo dominio del Congreso será ajustado.

Musk puede que se comporte como un oligarca electo, pero Estados Unidos no es una oligarquía. Al menos no de momento. 

Temas relacionados
Más noticias de Elon Musk

Las más leídas de Apertura

Las más leídas de Negocios

Noticias de tu interés